Juez de afrenta
Por Alberto Woolrich Ortíz
Muy de antiguo grandes togas romanas se preciaban de saber impartir justicia y esas togas decían: “calamistris justitita inurere”. Ello, en la actualidad significa “afear la justicia con falsa literatura”.
Lo anterior viene al caso, dada la falsa literatura empleada para expresar las mentiras jurídicas con las que el juez de control Marcó Antonio Fuerte Tapia, se expresó y determinó vincular a proceso al ex Procurador General de la República Jesús Murillo Karam, por el delito de desaparición forzada de los cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Rural Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, la cual nos regaló como ofrenda a la injusticia, ilegalidad, ignorancia e inexacta aplicación de la ley, para pretender justificar su desconocimiento de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es decir su ineptitud.
Con la determinación referida por desgracia abrazó su toga de soberbia, convirtiendo esa toga en una vestimenta de impudicia. Sin mácula alguna Fuerte Tapia actuó catapultado por un insano espíritu de defender las venganzas de la Cuarta Transformación de la Nación. Sin paliativos. Su determinación fue inspirada por la fuerza de la sinrazón jurídica.
Efectivamente, el juez en comento fue movido por una falsa literatura con verborrea jurídica para con ello afectar a la justicia, haciendo vigentes las palabras de las togas de antaño: “calamistris justitia inurere”. De la embustería del juez hay mucho que decir.
En primer lugar, mientras la audiencia se celebraba con los conocimientos exhibidos por los defensores particulares de Murillo Karam, en relación a la irretroactividad de la ley, el juez adoptaba una posición de arrogancia, pretendiendo silenciar la voz de la defensa, sólo por haber expresado sus conocimientos constitucionales y la verdad sobre cierta ineptitud de criterio sostenido por la toga del Órgano Jurisdiccional.
Una frase ingeniosa expresada por el defensor particular, pretendiendo con ella alcanzar la verdad jurídica, motivó que los defectos del juzgador se evidenciaran amenazando a la defensa con ordenar su retiro de la sala mediante el auxilio de la fuerza pública.
Es de lamentar que con ese actuar Marco Antonio Fuerte Tapia, olvidara, que en ese recinto de justicia se ventilaba una causa en busca de ella y que una de las funciones del juzgador se considera la de deber ser ponderado en su actuar. Cabe recalcar que el prisionero no fue llevado a la sala de justicia para admirar la ineptitud del juez. Fue conducido a la audiencia para que se le respetara su presunción de inocencia y su debido proceso. La justicia es una cosa seria.
La Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., se pregunta, si en el comportamiento de Fuerte Tapia en la audiencia de mérito ¿No habría la misteriosa intervención de alguna consigna, con el objeto de afectar la justicia? Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz
Presidente de la Academia de Derecho Penal
del Colegio de Abogados de México, A.C.
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