COLUMNISTAS

Insurrección brasileña

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Por Jessica Woolrich

La izquierda y la derecha constantemente suelen estar enfrentadas, pero en la mayoría de las naciones suelen convivir en paz, sin embargo en los últimos tiempos en la mayor parte de los países de América las diferencias se han hecho más evidentes y la brecha que divide ambas posturas, se ha vuelto mucho más profunda, sin embargo cuando el domingo 8 de enero, se dio a conocer la noticia de que un grupo de miles de  simpatizantes del expresidente brasileño, Jaír Bolsonaro,  había tomado por asalto el Congreso, la Presidencia y el Tribunal Supremo, la comunidad internacional quedó sorprendida  porque nadie imaginó que de un momento a otro la aparente paz que se respiraba en Brasil, se rompería de forma tan extrema.

 

Si bien las acusaciones de un fraude en las elecciones presidenciales donde había resultado victorioso el izquierdista Luis Inacio Lula Da Silva, habían estado presentes desde el primer instante,  el intentar tomar el poder de forma violenta va más allá de todo lo que se había imaginado, sobre todo porque al hacerlo pone en riesgo incluso al mismo Bolsonaro, ya que después de que al abandonar el poder el expresidente decidiera refugiarse en Miami Florida, muchas voces políticas importantes como el de la Congresista estadounidense Alexandra Ocasión Cortez, han exigido su deportación de Estados Unidos, por considerar que él es el principal responsable de la jornada violenta del domingo 8, esto debido a que a decir de muchos, su discurso ha propagado el odio entre la derecha y la izquierda en su país, aunque si lo analizamos a profundidad está culpa no puede recaer en un solo hombre, porque   pareciera que el mundo está viviendo un fenómeno social lleno de divisiones, y si bien algunos políticos aprovechan esto y alientan al pueblo, la realidad, es que el enfrentamiento entre izquierda y derecha no puede atribuirse a las palabras de un político, sino a una corriente que ha ido creciendo en los últimos años y que sólo puede terminar cuando los ciudadanos comprendan que deben de encontrar el punto medio en donde ambas corrientes aprendan a convivir en favor de sus naciones, esto para evitar que la violencia se vuelva una realidad que lo único que provoca es una enorme inestabilidad que sin duda perjudica a los países.

Ayer afortunadamente la turba no pudo tomar el poder por la fuerza, ya que las fuerzas policiales brasileñas lograron recuperar el control, sin embargo debemos de ver este tipo de hechos como una llamada de atención y cómo una señal de que los presidentes deben de comprender que gobiernan para todos los ciudadanos y no solamente una parte de sus naciones, y para que busquen la forma de lograr acuerdos y favorecer discursos que ayuden a la reconciliación, por lo que hay que estar atentos a la forma en que Lula Da Silva se enfrenta a este reto y ver si logra unificar una nación que hoy se ha visto sacudida por la noticia de la toma al congreso, y que está sumamente necesitada de encontrar el camino para un Brasil sin divisiones, porque como bien dijo Esopo “Unidos permanecemos de pie, divididos caeremos”.