Por qué existen las ciudades: Poza Rica
Por Zaida Alicia Lladó Castillo
Los estudiosos en el campo de la arqueología y la historia concuerdan que, el nacimiento de las poblaciones y ciudades está asociado a una compleja red de procesos geográficos, etnográficos, sociales, económicos, culturales, religiosos y políticos, que se retroalimentan entre sí, para formar asentamientos humanos y con ello, el requerimiento paulatino de servicios e infraestructura necesaria para que sus habitantes puedan vivir con lo necesario dentro de un orden social y jurídico. Pero existe algo más, que también surge dentro de las ciudades cuando se están formando y, es que, independientemente del origen étnico que en estas concurra, lo que les hace crecer, es el sentido de pertenencia e identidad que poseen sus habitantes, mismos que sueñan, conviven, cooperan y trabajan en comunidad para lograr objetivos comunes y con ello hacer posible su crecimiento en base a las coincidencias y la inclusión. Y en ese esfuerzo, siempre habrá nombres de mujeres y hombres en los pueblos y ciudades, que por amor a su terruño o a los objetivos que le mueven, construyen e impulsan su desarrollo. Y así de esta manera nacen y crecen los núcleos poblacionales, que, basados en los sueños de sus habitantes, con el tiempo se hacen realidad.
Y hago esta reflexión inicial para poder entender el sentido del título y contenido del libro POR QUÉ EXISTE POZA RICA, de la autoría del investigador e Ingeniero José Luis Rodríguez Badillo, en su segunda edición y, que fue presentado el pasado jueves 20 de octubre, en el Museo de Antropología de Xalapa, evento que -pese a la tarde lluviosa y fría, reunió a distinguidos invitados del medio educativo, político y del periodismo, así como, a norveracruzanos que hicieron acto de presencia en su interés de conocer la obra, siendo la séptima que el autor ha escrito, dentro de la saga: Por la Senda del Recuerdo.
Y para una servidora fue un honor ser integrante del panel de presentadores, en el que pudimos compartir comentarios, el Lic. Jesús Araujo Viznado, el Mtro. Domingo Alberto Martínez Reséndiz y su servidora, y al final, poder escuchar la exposición del autor, expresando las motivaciones que lo llevaron a escribir esta obra, resaltando en ella las causas que movieron la creación de una gran ciudad petrolera como Poza Rica, que junto con otras de la zona norte de Veracruz, dieron renombre a nuestro país en las primeras décadas del siglo XX, en el plano nacional e internacional.
Y siendo un documento que me parece, además de interesante, útil, me permito hacer una breve reseña del libro, para resaltar lo que justifica el nacimiento de las ciudades y con la idea de que pueda llamar la atención, a leerlo.
Aunque el título, hace referencia a la génesis de Poza Rica, la realidad es que en su contenido la expectativa es amplia, ya que describe el nacimiento de la industria del petróleo en México, desde fines siglo XIX, y la localización de los primeros yacimientos, exploraciones y explotaciones de los pozos que existieron , principalmente, en el norte de Veracruz y estados colindantes como San Luis Potosí y Tamaulipas, y que por su altísima capacidad productiva colocaron , en el momento, el nombre de México muy en alto frente al mundo.
El libro lleva de la mano, describiendo desde su primer capítulo, Ébano, la presencia de los primeros extranjeros visionarios, pero también ambiciosos, -la mayoría norteamericanos-, que se interesaron por explorar los terrenos -del sur de San Luis y Tamaulipas-, colindantes con el estado de Veracruz, entre ellos Edward L. Doheny empresario que ya gozaba de experiencia en su país dedicándose a la exploración de pozos. Y, aprovechando la coyuntura que, en 1864, Maximiliano de Habsburgo otorgara para dar las primeras concesiones a Compañías extranjeras en el intento de promover las actividades petroleras, estas dirigieron la mirada hacia México, dándose a la tarea de, primero, adquirir grandes extensiones de tierra, particularmente en el Istmo de Tehuantepec, algunas zonas de Puebla y desde luego el estado de Veracruz, en sus regiones, Huasteca y Totonaca.
Y la fórmula para quedarse con esas grandes extensiones, era sencilla, seducir a los hacendados con cantidades muy generosas, que eran aceptadas dado que sus propietarios no conocían el valor de poseer yacimientos petroleros en sus terrenos. Una vez adquiridas las tierras, el proceso iniciaba: se recorrerían las áreas, se tomaban muestras, se prevía la estrategia y planeaban los materiales y herramientas, el personal necesario y la técnica que se utilizaría para la explotación. Dicho proceso no tenía tiempo definido, el término lo definía, la explosión del pozo, para así continuar con la segunda etapa del proceso, la extracción, el refinado y comercialización. Todo ello, requería mucho esfuerzo y mano de obra mexicana, desde luego, dirigido todo ello por los extranjeros que eran los que se llevaban las ganancias del producto.
El autor precisa los primeros yacimientos en el Ébano, S.L.P., que fueron descubiertos gracias a los precisos cálculos, del prestigiado geólogo mexicano Ezequiel Ordoñez- haciendo que explote el Pozo “La Pez 1” en 1904, convirtiéndose en el primer pozo comercial que se perforó en el país. Pero la magia del petróleo hizo que las poblaciones crecieran, de ahí que se describa la vida del Puerto de Tampico, en esa época, como una de las ciudades que más se benefició con el auge petrolero, no sólo por su posición estratégica que permitió que las compañías extranjeras se apostaran en ambas riveras del Río Pánuco hasta la costa, sino como consecuencia de la demanda de servicios que hizo que este puerto se potencializara económicamente.
De esta manera, fueron entrando los primeros armadores de torres, así como hombres que llegaron de muchas partes de México, movidos por la necesidad de trabajo y que se quedaron para aprender el oficio, sabiduría que adquirieron de los técnicos extranjeros. Y, cómo la adrenalina surgía, cuando se escuchaba ese rugido especial que avisaba que ahí venia el petróleo, y que desbordaba la emoción, al verlo brotar del subsuelo con gran fuerza. Estos procesos justificaron el movimiento industrial y comercial en las primeras décadas del siglo XX, de los puertos de Tampico y Tuxpan de donde se embarcaba el petróleo hacia los Estados Unidos y Europa, incluyendo la Barra de Tamiahua, como punto intermedio, que también se vuelve vital, en la década de los 20 para la salida del líquido, a través de ductos, hacia los buques tanques apostados mar adentro.
Igualmente, la historia registra los pozos que fueron altamente productivos, desde Pánuco, Mata Redonda y la Brecha Huasteca. Las líneas pasaban por La Rivera (cerca de Pueblo Viejo), Garrapatas en Llano de Bustos, Horconsitos, Alto del Tigre, La Laja, San Gerónimo. Amatlán y Zacamixtle. Igualmente, la Brecha Costera, que incluyó los yacimientos y explotación de los pozos ubicados cerca de la Laguna de Tamiahua hasta Tuxpan. Ahí surgirían pozos tales como La Pez 2, San Diego del Mar 3, Potrero del Llano 4, Juan Casiano 7, y el Cerro Azul 4. Este último para 1921 sumaba casi 58 millones de barriles de aceite, colocándolo como uno de los pozos de mayor producción en el mundo. Igualmente, los campos: Pánuco, Campoacan, San Cristóbal y Cacalilao, entre otros, que por su alta producción, llamaron la atención de cada vez más inversionistas extranjeros hacia los yacimientos veracruzanos.
Desde luego, tema especial dedica el libro al movimiento obrero, en la década de los 30, que es resultado del trato humillante y discriminatorio que, al cabo del tiempo, empezaron a recibir los trabajadores de la industria, mismos a los que se les presionaba y vigilaba a través de “Guardias Blancas” o “matones”, y la recurrente violación a sus derechos. Igualmente, la voracidad de los potentados que ya no pagaban decorosamente los terrenos, sino que los obtenían a base de presión y de coacción. Derivado de todo ello se da el movimiento obrero, que lleva a la creación del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) en 1936 y su primer logro, el Contrato Colectivo de Trabajo. Y dada la resistencia de las compañías de no aceptar las nuevas condiciones en que operarían en el país e incluso recurrir al amparo, dio como resultado el Decreto de Expropiación del 18 de marzo de1938 por parte del Gral. Lázaro Cárdenas del Río, Presidente de México y la creación de la Empresa Petróleos Mexicanos el 7 de junio de ese año.
El último capítulo el libro, le da a Poza Rica la descripción de su génesis unida a la extracción del petróleo, en donde el autor menciona la llegada de los trabajadores que venían de la brecha y costa Huasteca y otros del Totonacapan en búsqueda de nuevas oportunidades y las primeras exploraciones y explotaciones en 1926 que da como resultado el Campo Poza Rica. Describe igualmente, el crecimiento en paralelo de la ciudad con la nueva urbanización y el estilo de vida que se adopta como consecuencia del multiculturalismo que llega a imperar, en la convivencia diaria entre extranjeros y locales. Igualmente, la etapa del auge petrolero de Poza Rica en donde, empresa y sindicato, se esforzaban para lograr el gran potencial productivo, que esta ciudad llegó a adquirir en las décadas 30 y 40 del siglo XX. Finalmente, el autor hace un reconocimiento a los primeros trabajadores y a aquellos hombres visionarios que, desde su posición estratégica en la administración federal, en Petróleos mexicanos y en el STPRM, dieron su apoyo incondicional, para que esta región creciera. Lo que demostró su gran cariño hacia esta.
Indudablemente que el Libro: “Por qué existe Poza Rica” de la autoría del Ing. José Luis Rodríguez Badillo, se disfruta y además hace reflexionar sobre el esfuerzo de los pobladores de una gran ciudad y el valor de un elemento como el petróleo, en la vida de nuestras regiones, del estado de Veracruz y de nuestro país. Pero también exhibe lo injusto que fue -con sus muy contadas excepciones- que la mayoría de las poblaciones pequeñas que fueron explotadas por las compañías petroleras al máximo, se quedaron limitadas en su desarrollo, incluso después de la expropiación petrolera. Y eso es lo injusto, porque ahí existen nombres y apellidos de familias, que, a través de diferentes generaciones, vieron nacer, crecer y morir los yacimientos y con ellos sus pueblos y hoy, aún exigen atención y fortalecimiento.
Motivar al crecimiento de las ciudades, no es cosa fácil, se requiere de la colaboración de la sociedad en su conjunto y de los gobiernos y sus instituciones en su interés de anteponer las necesidades de sus pobladores sobre cualquier otro tipo de interés. Y eso es justamente lo que hizo que, como caso emblemático, Poza Rica creciera en el tiempo y se convirtiera en referente nacional. Y en el presente, pese a los altibajos de la Industria petrolera, gracias al sentido de pertenencia e identidad de su gente, la ciudad ha continuado en su buena marcha.
Por eso le doy la razón al poeta Herb Caen, cuando decía: “una ciudad no se mide por su longitud y su anchura, sino por la amplitud de su visión y la altura de sus sueños”. O, mejor dicho: “la altura de los sueños de las ciudades es el nivel de la estatura de sus habitantes”.
Gracias y hasta la próxima.
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