La decente ministra Piña y la sumisión de la soberbia
Por José Lima Cobos
Fue un acontecimiento inusitado, histórico y lleno de soberbia, la actitud de la ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña Hernández, que los críticos vivientes no resaltaron porque, dijeron, así se demuestra la independencia de ese poder ante el gran poder que concentra el Presidente de la República, sin embargo, se hizo a un lado el respeto, la decencia más elemental o más bien, si se quiere la cortesía que se le brinda a un ser humano, pero nada de eso contó.
La sumisión de ese poder al que se le denominaba en el pasado reciente —2012-2018, Peña Nieto— el “jefe de las instituciones nacionales” era y puede ser elocuente, si se siguen los cánones del pasado, donde se violentaba la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de manera exponencial y nadie pegaba el menor grito, pero eso se está acotando por quien hoy, ha sido y es el único presidente electo democráticamente en la historia de este país como lo fue López Obrador en las elecciones del 2018, con más de treinta millones de votos que, ningún partido, ni juntos todos, lo pueden ni lo podrán alcanzar.
Es decir, el actual Presidente de la República le ha entregado las llaves a los bandidos o a los que cree que no lo son, cumpliendo con el viejo adagio que señala que “al ladrón, hay que darles las llaves” y así está aconteciendo en la actualidad, pues vemos ahora como se ha desacralizado al poder presidencial, para que sea el pueblo el que lo recobre, porque sin el poder del pueblo no se va a ningún lugar, de ahí que la ministra de marras haya actuado de esa manera, y despertar a los grandes intereses al que le ha servido desde que el presidente Peña la propuso para ocupar ese cargo.
Ahora bien, si México cambió, no del todo de fondo, al menos de manera incipiente o indiciara se visualiza que para allá vamos, luego entonces si por sus frutos se conocen los árboles, sería prudente y necesario que se revise el comportamiento de los ministros, magistrados y jueces en todo su esplendor para que se sepa de que estamos hablando, es esto, su comportamiento en su cargo y sin contemplaciones aplicarles los artículos de la Constitución que hablan del comportamiento judicial y si ha sido contrario a los intereses del pueblo proceder en consecuencia, por aquello, que entre bandidos no deben existir jerarquías.
De esa manera se acabaría con la prepotencia y arrogancia con que se actúa, pues tal parece que estamos en el templo de la pureza y no es así, si las cárceles están llenan de delincuentes simulados en tanto los reales gozan de impunidad porque son los que cuentan con recursos económicos para cubrir honorarios de los costosos despachos o para autorizar montajes de auténtica farsa, y así lo es, porque están los casos de Cossío o de Medina Mora, pues en tanto el primero votó en contra de fincarle responsabilidad por la muerte de cincuenta o más niños en una guardería o en el segundo que presenta el proyecto para que, la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda congelara las cuentas de criminales mexicanos sino existía una petición de un gobierno extranjero, donde participaron los ministros Pérez Dayán, Laynez Potisek, Franco Salas, Luna Ramos y Yasmín Esquivel. Estos casos son meros enunciados, pues existen miles en los juzgados y en la corte.
VIOLACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN
Hay casos elocuentes de violación a la Constitución por parte de los ministros y jueces que viven en la impunidad extrema y podría estará involucrada la ministra presidente Piña que llegó a la Corte por Peña Nieto y la aprobación del Senado, pero que sí ya existía en la Constitución el Artículo 127 que prohíbe que nadie puede ni debe ganar más que el Presidente de la República, ha recibido una remuneración que es ilegitima, por más que se alegue que los demás ministros se encontraban en esas condiciones, pues todos ellos deben de regresar lo recibido indebidamente de acuerdo con lo que señala el Código Penal Federal, en consecuencia, que se garantice la independencia y autonomía para dictar sus resoluciones, pero que se ajusten a la Constitución y sus leyes sus actos, de lo contrario, no se puede presumir de lo que se carece como se aprecia con las sentencias internacionales contra México en que, el Presidente tiene que dar la cara cuando deberían ser los ministros no tan solo exhibidos públicamente, sino fincarles responsabilidad por actuar contra la administración de la justicia, el caso Radilla, Atenco, Ayotzinapa, Acteal, etcétera.
Si se quiere la libertad y soberanía plena, el acicate tiene aparejada la responsabilidad de sus actos, ambas deben estar a la vista y no los alegatos en apariencia legales, pero en el fondo contrarios a los intereses de México, como es el caso que se discutirá en cuanto a reformas legales que por controversias constitucionales en que el Artículo 105 Constitucional y su ley reglamentaria no se autoriza conceder la suspensión de una ley y sin embargo, lo hacen los ministros proclives a servir a intereses quienes afectan al pueblo como cuando se atenta contra la economía de la nación, o bien en cuanto a la orden de aprehensión contra el ex gobernador de Cabeza de Vaca, que el ministro González, propuesto por López Obrador, pese a existir el desafuero constitucional en interpretación rancia lo protegió para la impunidad, o lo último, aunque no sea lo último, la descongelación de las cuentas de la esposa de García Luna, criminal condenado por el gobierno de Estados Unidos.
Llamar a cuentas a quienes ejercer funciones de servicio público de ninguna manera afecta la autonomía e independencia, por el contrario, observar la constitución y sus leyes aprobadas por la soberanía popular, que donde reside la esencia de la conciencia social, es razón y destino de toda nación, lo demás, solo conlleva a que la subversión se aliente y el cambio tenga que ser con sangre, lo que nadie quiere, por eso , basta de simulación y engaños, porque el supuesto poder moral del gobierno de los Estados Unidos para enjuiciar a las naciones, solo ha llevado al mundo a la miseria y los grandes conflictos que nadie para ni podrá parar, de otra suerte, se juega con fuego.
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