COLUMNISTAS

En Veracruz, la fiscal sin ley

 

Por Ángel Álvaro Peña

Cuando uno de los poderes falla, en un país que todavía no se acostumbra a la división de poderes en la práctica, la responsabilidad recae en la figura del Ejecutivo, aunque los errores se hayan cometido en el Legislativo o en el Judicial.

Así, mientras la población no entienda que no sólo es diferente sino distante la relación entre los tres poderes ya sea en una entidad federativa o a nivel federal, las fallas de unos se le atribuyen al Ejecutivo casi siempre y es lo que sucede en Veracruz, donde la suma de los errores de la Fiscalía, encabezada por Verónica Hernández Giadáns, se le cargan al gobernador, aunque éste nada tenga que ver con la fabricación de delitos y delincuentes, o la opacidad en sus investigaciones, sobre todo las relacionadas con los asesinatos de periodistas.

 

 

Los inconformes por problemas con el Legislativo o el Judicial, en Veracruz y en la Ciudad de México, terminan por convertirse en manifestaciones en la casa de gobierno y en Palacio Nacional, respectivamente, cuando en realidad ni el gobernador ni el Presidente son responsables de los descalabros del resto de los poderes.

Esto ya los saben los opositores de dentro y fuera de esos gobiernos y empiezan a provocar o a inducir problemas para las administraciones públicas que todavía ni saben cómo convencer a la población de esta separación de poderes que siempre debió existir, pero siempre se borraba ante el autoritarismo del ejecutivo, ya sea federal o estatal.

Porque no hay gobierno estatal, y menos aún el federal, que no tenga enquistados enemigos en su estructura, ya sea porque se quedaron como reliquias de sexenios anteriores o porque hayan entrado a esos gobiernos para filtrar información o boicotear los proyectos de su propia dependencia.

Con los asesinatos de periodistas en Veracruz —estado donde más han ocurrido estos lamentables sucesos— se suma la incapacidad mostrada a los cuatro vientos de la Fiscalía General del Estado de Veracruz, porque no sólo no investiga sino que cuando lo hace, se equivoca de personas y quieren encarcelar a un inocente como sucedió en días pasados, cuando estuvo detenido 12 horas un joven que nada debía a la justicia, acusado del asesinato de dos periodistas, Yesenia Mollinedo y Johana García, ultimadas en Cosoleacaque, el 9 de mayo. Es decir, han pasado 10 días y la Fiscalía sólo da palos de ciegos. Lo mismo sucede con otros asesinatos de periodistas donde los pretextos sobran para dejar libres a los homicidas.

La costumbre de la fiscalía de cacarear el huevo antes de ponerlo hizo más evidente la ineficacia de esta parte de la justicia veracruzana que no es ni legal ni justa. La equivocación se debió a que el repartidor inocente tiene el mismo nombre de ‘El Mara’, presunto culpable de ese asesinato.

Cuando se busca a un delincuente, la mayoría de las veces lo último que se conoce es el nombre. Las evidencias conducen a un infractor, así en abstracto, y luego saben el nombre del delincuente. Pero esta vez, saben el nombre, pero se equivocaron de persona, situación poco lógica y menos creíble. Podemos reconocer que trabajar bajo presión implica errores, pero en la gestión de Verónica Hernández Giadáns, se cuenta más desacierto que logros, sobre todo tratándose de investigaciones de asesinatos de comunicadores, que en su gran mayoría quedan impunes.

A finales de abril habían sido amenazadas, diciendo que estaban ubicadas, sin embargo, no hubo capacidad de protección de ninguna de las instancias que deben estar atentas a ese tipo de amagos. La visión de estos asesinatos tiene a distorsionarse por esa incapacidad por aclarar las causas y los responsables de los homicidios. Porque no todos esos asesinatos se deben a su labor periodística, pero eso debe descartarse cuando el proceso de investigación, el juicio y la sentencia han concluido. No antes.

La incapacidad para determinar, con precisión, a los culpables crea un problema adicional que, al no haber responsables, la gente empieza a sospechar de quienes están dentro el gobierno como autores intelectuales de tanta muerte de periodista. Porque, hasta la fecha no se ha podido definir, o difundir, qué grupo, gremio, banda o cártel está detrás de los asesinatos de periodistas y ante la ausencia de investigación e información la gente voltea a ver a gente del gobierno estatal, cuya honorabilidad empieza a ser cuestionada, a veces con razón otras veces, no tanto.

La Fiscalía ha hecho caso omiso a los procesos relacionados con el delito inventado por el poder Legislativo de la entidad, de ultrajes a la autoridad, la llamada Ley Franco, por tener dedicatoria a Rogelio Franco Castán, su regreso al Código Penal del Estado como norma autoritaria y violatoria, después de que se comprometió a revisar una por una de las 1,053 acciones pendientes de supervisión y análisis. Todos ellos siguen en prisión.

A pesar de la orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de las recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y las miles de denuncias periodísticas la Fiscal no trabaja en lo anunciado ni cumple lo prometido.

Ahora los ciudadanos, dentro y fuera de Veracruz, piden la cabeza de la Fiscal, por tantos errores acumulados en su breve gestión que no llega ni a tres años.

Aquí el problema radica en que la primera víctima de la incapacidad de la Fiscalía es el propio gobernador Cuitláhuac García Jiménez, quien defiende a su grupo sin la certeza de que son inocentes, honorables o decentes. Porque dejar de dudar implica ingenuidad a estas alturas.

 

 

Porque por congruencia defiende a su equipo, pero por sentido común, en su fuero interno, es posible que desconfíe de todos. Así como lo hizo seguramente con el secretario de Salud, cuya salida del cargo nadie piensa que fue renuncia sino despido.

 

PEGA Y CORRE

Ahora hay una nueva disposición del INE que cambia sin previo aviso y consiste en que los funcionarios públicos e días de descanso y fines de semana, que apoyen a candidatos de sus partidos, incurren en violaciones a la norma electoral. Se la sacó de la manga Lorenzo Córdova…

 

Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes