El fracaso educativo y las nuevas brechas sociales
Por Ricardo Homs
El confinamiento derivado de la pandemia del Covid tuvo como impacto que se recurriese a la tecnología para mantener el ritmo escolar.
Sin embargo, en un país de graves desigualdades las brechas sociales, económicas y culturales se abrieron aún más a partir del impacto del Covid, generando mayor marginación, -y en el futuro-, falta de competitividad laboral para los “niños de la pandemia”.
Es evidente que para acceder a la tecnología digital se requiere conectividad, dispositivos móviles, televisores de última generación y conocimientos básicos orientados a la educación a distancia.
Las telesecundarias y todo el sistema de educación remota, satelital, diseñado por los gobiernos anteriores se orientó a ofrecer educación grupal, pero el reto durante la pandemia provocada por el Covid fue educar en el contexto del confinamiento, llevando los programas académicos al hogar.
Sin embargo, todo lo anterior nos remite a la necesidad de que la familia del educando contase con el dinero necesario para pagar este servicio y comprar equipo.
El gobierno federal no tomó la decisión en su momento, -durante el confinamiento-, de otorgar conectividad ni recursos tecnológicos a las escuelas de comunidades apartadas y redireccionar, -a partir de ellas-, la educación hacia el hogar a través de tabletas digitales y dispositivos móviles. Para hacerlo eficientemente se habría tenido que invertir recursos económicos adicionales e instrumentar un sistema de supervisión y control académico para garantizar el uso correcto de los recursos tecnológicos otorgados para la educación en casa.
Las familias que día a día luchan por su sobrevivencia no disponen de los medios económicos para invertir en dispositivos y pagar el servicio de datos. Por tanto, estas familias vulnerables y sus niños se quedaron marginadas de la educación.
Sin embargo, si hubiese habido voluntad política podría haberse robustecido el sistema radiofónico con el que hoy cuenta el Estado Mexicano para satisfacer la urgente necesidad académica. Además, se hubiesen podido regalar dispositivos radiofónicos a los alumnos registrados en las escuelas públicas, para que pudiesen recibir clases. Esto habría sido infinitamente más económico que obsequiar tabletas digitales. La conectividad radiofónica es mucho más efectiva y barata y, -además-, más maleable para producir contenidos.
Dejando de lado lo que se hubiese podido hacer con voluntad política e interés en la educación, hoy vemos que la deserción escolar fue alta y con ello los niños cuyos padres hacían grandes esfuerzos para mantenerlos estudiando, terminaron insertados en el ámbito laboral informal para apoyar a la economía familiar.
Estos niños y niñas seguramente ya no regresarán a estudiar porque quedaron desfasados en el programa académico.
No olvidemos que la escuela presencial también es una oportunidad de dar alimentación gratuita a los educandos. Hicieron época los desayunos escolares y aunque hoy subsisten en donde se ha estado regresando a clases, los niños hoy marginados de la educación se privarán de este alimento.
Seguramente podremos decir que el sistema educativo de antes tenía más vocación de servicio.
¿Por qué razón el gobierno federal no ha hecho un esfuerzo adicional para invertir los recursos que sean necesarios para recuperar a los educandos que no han regresado al aula?
¿Qué se ha hecho para rescatar escuelas de zonas marginadas que, -o se deterioraron por la falta de uso durante el confinamiento-, o fueron vandalizadas?
¿Cómo se va a revertir ese daño a la educación pública? … ¿Existe un programa?
Los alumnos de las escuelas privadas por supuesto que no se verán tan afectados, pero los pequeños que acudían a educación pública en zonas marginadas por supuesto que sí.
Las familias que aunque vivían con limitaciones enviaban a los niños a la escuela, tenían la ilusión de que un día tuviesen buenas oportunidades laborales. Hoy podemos suponer que su pobreza será mayor y más profunda, sin la ilusión de que algún día cambie su destino.
El problema es que en un gobierno donde el recorte presupuestal pasa de “la austeridad republicana” a la “pobreza franciscana”, seguramente no se invertirá ese esfuerzo adicional que se necesita para rescatar el desfase educativo que tendrá como resultado mayor marginación social.
Si se eliminaron fideicomisos y programas sociales, difícilmente podríamos esperar inversión adicional en rubros que no sean los proyectos prioritarios para el presidente.
Es evidente que toda la aparente buena disposición gubernamental de apoyar económicamente a las clases sociales vulnerables lleva un objetivo fundamental, que es generar compromisos de lealtad en los beneficiarios de las ayudas que se otorgan a través de los programas sociales, los cuales terminan estimulando el control electoral. Por tanto, la administración de la pobreza con fines electorales ha sido una política pública desde hace varios sexenios y continúa hasta hoy.
Mantener a la población vulnerable en su zona de confort esperando el cheque desestimula el espíritu de superación que lleva al progreso y a la bonanza, -que por supuesto-, conduce a la autonomía y a la pérdida de lealtad ciudadana con respecto al gobierno en turno.
¿Por qué la educación en México es tan deficiente y problemática?
Definitivamente la educación es el camino hacia la superación personal, en búsqueda de mejorar la calidad de vida familiar.
La única explicación viable es que la política educativa en México está diseñada para cumplir con el compromiso constitucional de dar educación a todos los mexicanos, -como lo marca el artículo tercero de nuestra Constitución-, pero entre más deficiente sea esta, cumplirá mejor el objetivo político de mantener a la gente pobre en posición de control, manipulando necesidades, sus temores, resentimientos e incluso ilusiones.
Por tanto, -si el gobierno no asumirá el compromiso de otorgar educación de calidad-, se vuelve imperativo que sea la sociedad la que aporte recursos y esfuerzo para cerrar la brecha social rescatando a los niños marginados de la educación.
Como referencia podemos tomar el trabajo realizado por la asociación filantrópica denominada UNETE, -fundada por Dn. Max Shein-, que a lo largo de más de veinte años ha logrado llevar tecnología digital, -aportando equipos y capacitando maestros-, a escuelas públicas ubicadas en zonas de bajos recursos económicos, canalizando apoyos de empresas y personas que aportan recursos para esta misión.
Hoy es urgente rescatar a los alumnos marginados de la educación escolar durante el confinamiento y fortalecer los programas académicos en las escuelas públicas que se han quedado rezagadas. Si no lo hacemos, la brecha social se profundizará generando graves conflictos futuros.
¿A usted qué le parece?
Facebook:@Ricardo.Homs1
Twitter: @homsricardo
Linkedin: RicardoHoms