Trump sienta a la mesa a la ultraderecha
Trump podrá recular sobre sus amenazas de inmigrantes y aranceles, pero donde no podrá echarse para atrás es en el liderazgo de la ultraderecha mundial que representa una amenaza para el verdadero mundo democrático.
Su proyecto no tiene como prioridad elevar el nivel de participación política de los estadounidenses para profundizar en la aparente democracia ni rescatar el poderío económico. Su misión va más allá del nacionalismo de derecha y se ubica en el fortalecimiento mundial del radicalismo conservador.
Intenta convertirse en el líder de la ultraderecha mundial, muy semejante a un Hitler del siglo XXI.
El flamante presidente de Estados Unidos todavía menosprecia el poder de los inmigrantes dentro de su territorio, desconoce la fuerza de su lealtad porque nunca la ha practicado y entiende el nacionalismo sólo como una medida proteccionista de la economía. Pero en el campo de la política, en la realidad del siglo XXI, hay factores sociales que ni siquiera imagina.
La lista de invitados de Trump habla por sí sola, entre ellos está Giorgia Meloni Viktor Orbán, Javier Milei, Nayib Bukele, Jair Bolsonaro, Santiago Abascal, todos ellos implicados en impulsar, de palabra y hecho en golpes de Estado y apoyo público a acciones desestabilizadoras en países con gobiernos democráticos.
De ahí que el humanismo mexicano representado ante el mundo y dentro de nuestro país por la presidenta Claudia Sheinbaum, irrumpe como el filo de una navaja en la ultraderecha mundial. Su responsabilidad implica también un liderazgo, consecuencia de la popularidad dentro de México y su consenso internacional.
Ante el surgimiento de una postura radical que intente liderar a la ultraderecha desde la Casa Blanca se requiere un liderazgo que haga contrapeso a esa reunión de radicales que, con el pretexto de la toma de posesión de Trump, se reagrupa para tomar el poder dentro y fuera de sus respetivos países.
La invitación a estos personajes podría ser sólo una muestra de capacidad de convocatoria de la ultraderecha planetaria, pero puede convertirse en un cónclave que tenga en esta ocasión su primer encuentro y la creación de una agenda.
Sin querer Trump hace líder a Claudia Sheinbaum, no sólo será un contrapeso sino alguien con quien tendrá que lidiar todo su mandato. Desde diciembre de 218, el mundo sabe que México que hay una larga frontera entre Estados Unidos y México, que no se diluye con la sumisión habitual de los presidentes que gobernaron nuestro país antes d esa fecha, ni se vuelven infranqueables con muros o medidas restrictivas para el libre tránsito de seres humanos.
Es por eso que involuntariamente, pero no sin conocimiento de causa Claudia Sheiunbaun puede convertirse en el contrapeso del liderazgo mundial de un loco de ultraderecha que perdió la brújula y el calendario y añora la guerra fría, por eso invitó a representantes del pasado para sentirse en su ambiente.
Si Trump comete el error de intentar convertirse en el líder de la ultraderecha internacional, surgirá de manera espontánea y automática –no sólo pro proximidad geográfica—, el liderazgo mundial de una democracia progresista y humanista.
Tendrá un camino que no escogió pero que la comunidad designó, elección natural que surge desde el momento en que voltearon a verla ante el fanatismo de los conservadores en busca de venganza ancestral.
Las contundentes declaraciones de la Presidenta de México, la presentan ante el mundo como la interlocutora que encara, de igual a igual, al emisario de pasado que intenta erigirse en el amo del mundo conservador, bélico y anacrónico.
La capacidad política y diplomática de la Presidenta y su equipo puede contener esa posibilidad, sin enfrentamientos directos, ni rupturas. Desde luego que se antoja algo inédito pero son tiempos impredecibles para los que los mexicanos estamos preparados.
Con un pueblo empoderado que está consciente de su fuerza, que saber que es escuchado se convierte en un arma política sin igual en el mundo. Estados Unidos, con más muros que raíces, tiene en su conformación inmigrante una dispersión de identidad que hace vulnerable a su propio gobierno.