COLUMNISTAS

Recuerdo y presencia de un gran litigante

 

Por Alberto Woolrich Ortíz

El correr de los años, del reloj del tiempo y las duras experiencias del vivir el litigio diario nos hacen indudablemente muy realistas: con el correr de las horas se desvanecen muchas ilusiones en la justicia y se caen los mitos que parecían definitivos e inquebrantables. Las togas vetustas nos hacemos más entendidas, dándonos cuenta de cuán efímeros y relativos valores portaron y portan algunas togas del Supremo Órgano Jurisdiccional.

Ésta senectud me hace comprender que los valores absolutos de esas togas de ministros de la Suprema Corte de Justicia, cuentan con excepciones, ya que algunas carecieron de lo que se conoce como ética judicial: De ello en futuras columnas hablaré.

Hoy ésta pluma se encuentra presente para agradecer las enseñanzas del actual Decano de los Abogados Penalistas de la República, Académico Emérito de nuestro Ateneo de Estudios Jurídico Penales. Catedrático insuperable de multitud de generaciones de nuestra Facultad de Derecho, litigante de todo bien, al cuál siempre le expresaremos los más afectuosos parabienes. Don Ricardo Franco Guzmán.

El letrado del que escribimos nos invitó a echar una mirada hacia el pasado, hacia el presente y hacia el futuro.

Parece un sueño para ésta pluma: cincuenta y ocho años se han esfumado como un suspiro en recorrer los pasillos de la justicia, años intensos de desvelos, litigios, esfuerzos, con acontecimientos gozosos y tristes. Pero desde la altura de esos años en la brega aún es posible contemplar y convivir con ese gran jurista Don Ricardo Franco Guzmán.

Una reflexión se impone: La fugacidad del tiempo. Corre el tiempo irreparable, huye, fugit irreparabile tempus, pero lo que permanece latente en el litigio y en la vida profesional de quien esto escrito, es Ricardo Franco Guzmán.

Don Ricardo siempre procuró construir en el medio del litigo algo valioso, algo que nos beneficiara a todos los abogados penalistas, no sólo de la república, sino del mundo entero. Ese algo lo conocemos como repudio total y absoluto a las togas deshonestas. Bien decía que “ni siquiera merecían un saludo, ni por cortesía forense”.

En cuanto al porvenir él siempre lo deja en manos de la Diosa Themis: la justicia y la injusticia están en la espada de ella. Por eso hoy no me voy a perder en estériles añoranzas personales, sino quiero vivir el presente, anhelando un saneamiento en nuestros contornos de justicia, dándole, como también lo desea Ricardo, todo su valor a ella. México merece recintos transparentes.

 

Es cuanto.

 


 

Lic. Alberto Woolrich Ortíz

Presidente de la Academia de Derecho Penal

del Colegio de Abogados de México, A.C.