Pagar por “estudiar”, es antipedagógico
Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Cuando una persona recibe una retribución o estímulo -económico principalmente-, sin que medie acción meritoria y/o que no corresponda a una retribución al esfuerzo o trabajo emprendido con un objetivo constructivo o de utilidad, se puede decir que cae en la connotación de “dinero fácil”.
Y dentro de esa acepción, “dinero fácil”, pueden entrar diferentes escenarios: 1) recibir dinero, premio o recompensa por una acción que por naturaleza o lógica debe ser “no lucrativa” dado que corresponde a una obligación o compromiso moral realizarlo; 2) que provenga del pago de favores o complacencias otorgadas o agenciadas para conservar privilegios; 3) que se reciba en forma frecuente por prácticas o situaciones fortuitas o azarosas (premios o sorteos); 4) que sea el resultado del plagio del esfuerzo de otros o por la realización de actos indebidos o ilegales, entre otros.
Pero de las diferentes condiciones antes mencionadas, me preocupa la primera, porque encaja perfectamente en lo que está sucediendo en la actualidad con nuestros jóvenes estudiantes mexicanos: que éstos tengan el privilegio de recibir dinero del gobierno – “beca de estudio”-, sin que medie algún requisito (intelectual, pedagógico, valorativo, ético, etc.,) que los haga merecedores de ésta. Es decir, que hoy se les pague a los alumnos de los diferentes niveles escolares, por lo que debería ser su obligación: estudiar.
Y lo que está sucediendo es que, esa “beca” en la mayoría de los hogares se ha tomado como auxiliar al sostenimiento de las familias de escasos recursos – aunque ese no sea su objetivo-, y lamentablemente también está sucediendo, que ese dinero por ser un “reforzador generalizado” aplicado en menores de edad o jóvenes inmaduros, en el mayor de los casos ha ofrecido resultados contraproducentes, especialmente en estos tiempos en donde éstos corren el riesgo de ser coptados por “enganchadores” que los incitan a malgastar su recurso en prácticas nocivas para su salud y vida.
Y ya hay muchos padres de familia que hoy lo lamentan. “Mi hijo ahora se siente con el derecho de usar su dinero de la “beca” en lo que se le antoje, por sobre mi autoridad”, me decía una amiga que tiene 3 hijos y el mayor se le ha desbalagado. Y eso es ya un problema en muchas familias mexicanas.
Dar becas en el sistema escolar, ha sido un recurso que se ha aplicado desde muchas décadas atrás, por el gobierno federal a través de la Secretaría de Educación, pero se había ofrecido aplicándolas de manera correcta. Basta recordar cómo antes en las políticas educativas se estimulaba en los diferentes niveles a los buenos estudiantes: a) por buenas calificaciones (promedios o aprovechamiento), b) por su escaso nivel económico y buen comportamiento o c) para estimular la creatividad y/o el esfuerzo (artístico, deportivo, etc.), y se conservaba la misma, siempre y cuando el alumno continuara con un aprovechamiento y conducta satisfactoria. Eso permitía motivar al buen estudiante o el que se distinguía por su buen comportamiento, reconociéndole de manera justa y con ello, dar un ejemplo a otros para que también se esforzaran en lograr sus metas.
Las “becas” – como lo son también los premios o reconocimientos-, son reforzadores positivos de la conducta escolar; y, estas cumplen una función: alentar en el individuo la motivación al esfuerzo, valorar el logro y que a su vez se convierta en satisfactor.
Y ese encadenamiento de eventos reforzantes y motivantes que han sido utilizados en diferentes disciplinas o sistemas educativos, laborales, comunitarios, de salud, etc., por más de un siglo y que se han ido perfeccionando a partir de nuevos descubrimientos, tienen fundamentos psicológicos y pedagógicos muy claros producto de investigaciones y aportaciones, de quienes han hecho de la educación un apostolado. Por ello no se deben aplicar becas económicas arbitrariamente o solo porque a alguien se le antojó hacerlo con otros fines, menos académicos.
Desde las aportaciones históricas de baluartes de la pedagogía y de la psicología educativa de los siglos XVII, XVIII, y XX, hasta los exponentes del siglo XXI, que le han apostado a la educación a través de las nuevas tecnologías y han buscado romper paradigmas afirmando que: “el formato de la escuela actual está obstaculizando la creación de los niños y es necesario impulsar una mudanza en las estructuras mentales para que ellos puedan lograr todo su potencial” (Keb Robinson -2006), han coincidido en principios que son insustituibles, 1) que el centro del interés desde la perspectiva escolar, es el Alumno, porque es este el sujeto y objeto del esfuerzo y resultado pedagógico y después la comunidad porque los resultados positivos del sistema educativo, estarán dirigidos a ofrecer lo mejor a la sociedad para propiciar el desarrollo conjunto; 2) que difícilmente, los libros e instrumentos tecnológicos para la enseñanza sustituyen al maestro, desde luego, si este está bien preparado para ajustarse a las nuevas exigencias de la modernidad . Y eso ha quedado claro en todos estos años de pandemia, que aun con todos los elementos o instrumentos que se utilicen para enseñar (TV, internet, TICs, etc.), el maestro siempre será indispensable e insustituible, pero debe estar preparado para continuar siendo el mejor guía u orientador de la propia formación.
Pero volvamos al tema de los estímulos, motivaciones, incentivos y recompensas en la enseñanza, conceptos que menudo se confunden. El estímulo que da origen a una motivación se llama incentivo. Mientras que los motivos son impulsos internos de reacción, los incentivos son eventos externos que producen una acción (respuestas especificas a los eventos del medio). En el caso del sistema escolar, los estímulos son diseñados en los planes y programas para que los alumnos reaccionen más vigorosamente, por eso los incentivos varían según el sexo, la edad y nivel escolar. No es lo mismo estimular a alumnos de primer grado, que alumnos de enseñanza media. No se puede estimular igual a los alumnos que demuestran un desempeño brillante en forma permanente, que los que no les interesa siquiera pasar el año escolar. Sin embargo, son esas diferencias las que se deben resolver, porque representan el gran reto para los docentes y para el sistema educativo en su conjunto.
Recordemos algunos de los estímulos o incentivos que se han utilizado en la mayoría de los sistemas escolares del mundo y que, aun con sus bemoles que invitan a perfeccionarse, han resultado favorables en la formación:
1).-Las calificaciones o evaluaciones. Las calificaciones o evaluaciones- justas-, estimulan el trabajo escolar en mayor grado. Desde luego me refiero a las evaluaciones que se realizan en forma objetiva y sin favoritismos por parte del docente. Por ello estas deben ser cuantitativas y cualitativas. Cuando se realizan de manera justa se convierten, por una parte, en un poderoso indicador de utilidad para la planeación y actividad educativa y por otra, va implícito en ello el reconocimiento al esfuerzo, pues pone a la vista del alumno (visibiliza) su aprovechamiento, es decir, se convierte en retroalimentación para este. Y aun, para los que obtengan bajas las calificaciones, los alerta para poder recuperar el tiempo y corregir el rumbo.
2.-Exhibir buenas notas. Sin duda, da buenos resultados si se aplica de manera correcta. El que un maestro exhiba el mejor o mejores trabajos frente al alumnado, lo obliga a señalar los criterios que utilizó para calificar y dar un resultado. Exhibir buenas notas, es prudente utilizarlo cuando el trabajo se hace en equipos, pues el trabajo conjunto estimula la creatividad individual y permite compartir el conocimiento. Esto incentiva la aprobación, no solo del maestro, sino también la social, la del grupo.
3.-Aprender jugando y compitiendo. Particularmente en la educación básica, se ha visto como positivo introducir juegos para incentivar un mejor trabajo especialmente en temas como: aritmética, lectura, lenguaje, fonética, ortografía, etc. El deseo de jugar o competir, cuando se estimula adecuadamente, facilita el aprendizaje y mantiene el interés permanente, convirtiéndose en un factor vital para el desarrollo físico y mental del alumno.
4.-El examen. Hoy, tal parece que hay una tendencia de eliminar el examen como un indicador del aprendizaje. Craso error. El examen, bien instrumentado es un elemento valioso para reconocer en qué nivel el alumno esté. Por eso este debe ser bien elaborado, con instrucciones precisas (no confusas), aplicados de manera parcial y/o final, estar basados en guías de estudio previas, a las que el alumno puede optar antes de la fecha del examen, y con explicaciones sobre los parámetros de medición a utilizar para que no se preste a confusiones o injusticias.
5.-Cuadro de honor. Aunque siempre se ha utilizado en la mayoría de los sistemas escolares el cuadro de honor, que, sin duda incentiva a los alumnos brillantes, se ha probado que es contraproducente para otros que no lo son. Incluso, en la práctica se ha descubierto que los cuadros de honor generan envidias e incluso rechazo a los que la mayoría tipifica como “nerds”. Nerd, es una palabra del inglés empleada para designar el estereotipo de la persona con alto coeficiente intelectual, muy estudiosa, pero de escasas habilidades para la socialización.
6.-Evitar la rivalidad (emulación). – Se ha comprobado que el hacer notar, por parte del maestro a quien sobresale en el aula, pero, degradando a otros, es una forma de discriminación clara en el aula y eso es muy delicado. Al respecto los maestros deben ser entrenados para hacer del aula un espacio de igualdad y equidad. Y en ello el sistema educativo debe trabajar mucho con los docentes. Si no poseen esa sensibilidad les debe capacitar en el tema, para que puedan aplicar sus incentivos de manera justa y siempre pensando, no solo en los que “van bien”, sino poniendo el mayor interés en los que “van mal”. Apoyar a los de bajo aprovechamiento es un deber prioritario en el maestro, porque de no auxiliarlo marcará para siempre la vida de un alumno.
En resumen, manejar estímulos motivaciones e incentivos en el sistema escolar es favorable; lo que es contraproducente , insisto, es estimular a los alumnos con dinero fácil ,porque crea en ellos confort (volviéndolos parásitos) y sobre todo ambición a muy temprana edad, devaluando el verdadero sentido para el que se va a la escuela: estudiar, porque ello es una obligación frente a sus padres; estudiar, para poder aprovechar la experiencia del docente adquiriendo los conocimientos y habilidades que le serán útiles cuando ejerza su profesión; estudiar, para ganarse el reconocimiento a través del esfuerzo, la lucha, la colaboración , el logro , el trabajo de equipo, en suma, que el niño o joven pueda ganarse las cosas por sus propios méritos y por sus buenos resultados. Esa es la única manera en que a los educandos se les forma para defenderse en la vida, hoy un mundo tan competido, y de enfrentar con fortaleza los retos, malos o buenos, que el presente y futuro les depare.
Gracias y hasta la próxima.
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