Muere la cuesta de enero
Era un tiempo marcado por la adversidad económica para los mexicanos que ha concluido
Por Ángel Álvaro Peña
Ahora ni la oposición habla de la cuesta de enero. Una temporada que al inicio del año castigaba los bolsillos de los mexicanos, eran épocas de aumentos de precios, no había control de nada y todos, empezando por el gobierno, aumentaban tarifas y hasta subían los impuestos con motivo del año nuevo.
Los empresarios subían injustificadamente todo, la canasta básica volvía a alejarse de los más necesitados y el aumento a los salarios era del 2 al 3 por ciento, quedaba rebasado ante la voracidad de los más poderosos que se aprovechaban de su condición para hacerse más ricos dejando a los pobres más pobres.
La cuesta de enero llegaba hasta mediados de febrero, días en los que era obligada la adaptación de gastar más ganando menos. Eso quiere decir que la clase media se hacía más pobre y los pobres llegaban a ser miserables.
La cuesta de enero fue un peligro que se convirtió en mito y como tal fue diluyéndose desde hace poco más de seis años, cuando dejaron de surgir sorpresas desagradables para todos. Refrescos, cigarrillos, carreteras, pollo, carne, leche, tortillas aumentaban al inicio de año y ahora esto ha dejado de ser una preocupación en la que nadie repara.
La cuesta de enero era anunciada y difundida hasta por los propios comerciantes que publicitaban productos para, supuestamente, hacer más fácil la cuesta de enero. Ahora de eso nadie se acuerda. La cuesta de enero quedó atrás, las familias mexicanas si bien tienen crisis económicas son recuperables sin que se conviertan en un conflicto grave.
Los grandes comerciantes tenían hasta 4 meses de ganancias tan inmensas como inmerecidas porque empezaban desde noviembre reetiquetando en las cadenas de tiendas, con motivo del Día de Muertos, la Navidad como época de auge del gasto mayor, llegaba el año nuevo y era pretexto para seguir aumentando precios y de remate la gran venta del día el amor y la amistad.
Los significados de la Navidad cambiaron de símbolos, en lugar de amor, de paz y buenos deseos se convirtieron en días de consumo hasta el exceso y este exceso aumentaba la incertidumbre en enero con las alzas de los productos esenciales de la alimentación de los mexicanos como es el caso de las tortillas, el huevo, la carne y el pollo, entre otros muchos de primera necesidad. Subía el gas, la luz, la gasolina, el agua, el predial, tenencia, licencias de manejar y hasta las actas de nacimiento.
Fue necesario pactar con todas las fuerzas productivas del país para detener esta ola de excesos, y no fue fácil.
Como ahora precisamente se trata de impedir que los contratos con las constructoras dejen de aumentar el peaje en carreteras que este año cobraron vigencia a partir del 10 de enero entre el 5 y el 9 por ciento, aunque, en algunos casos subieron mucho más sin que mejorara la calidad del servicio que ofrecen las autopistas. No debemos olvidar que los caminos son propiedad de la nación.
En el pasado no sólo se concesionaron los caminos sino que se ampliaron los contratos y pasaron de 30 a 60 años sin más argumento que el intercambio de favores, esto debe interrumpirse cuanto antes. En este momento deben meter en cintura a constructoras y sus intermediarios, sobre la base de que las autoridades mexicanas no eran legítimas del todo y menos aún legales.
Lo cierto es que quienes mandaban en este país eran los hombres y mujeres del dinero, los funcionarios públicos, incluyendo al Presidente, eran sus gerentes que sólo obedecían a cambio de algunas propinas que de vez en cuando les llegaban en forma de coches, casas y yates.
Los medios convencionales hacían su agosto en estos meses con la intensificación de anuncios con el objetivo de que la gente consuma. En ese triángulo se creó una complicidad que hasta ahora arroja consecuencias: Empresarios, medios y funcionarios públicos corruptos echaron a perder la economía del país. El hecho de que la cuesta de enero sea sólo un recuerdo es un gran esfuerzo, empezando por el incremento a los salarios mínimos que pasó de 88 a 249 en el sexenio pasado, factor esencial para la desaparición de la cuesta de enero, porque no sólo los aumentos fueron reduciendo su porcentaje desde 2018, sino prácticamente han desaparecido.
Otros que hacían negocio en la cuesta de enero eran los bancos, otorgando crédito, incluso a empresas. La certeza de que no habrá aumento de impuestos, ni contrato de nuevas deudas, ni incremento en los energéticos, sirve a los empresarios que pueden realizar pronósticos con menor riesgo y más confianza.
Esto no sólo dejó la cuesta de enero como un triste recuerdo sino que en seis años abandonaron la pobreza 9 y medio millones de mexicanos, pero en eso tampoco nadie repara.
Los programas sociales contribuyeron a sacar de la miseria a mucha gente, pero el ordenamiento de precios fortaleció la economía de la clase media, porque era precisamente a esta parte de la población a la que más pegaba la cuesta de enero.
Hasta los empleados veían con temor la proximidad de la cuesta de enero porque muchos patrones aprovechaban el fin de año para hacer recorte de personal para, según ellos, prever la cuesta de enero, cuando en realidad lo que hacían era quedarse con una nómina chica y hacer trabajar más a los pocos empleados que quedaban, quienes, ante el temor de ser despedidos también, aceptaban las condiciones de los empresarios.
La cuesta de enero era un tiempo de terror para la gran mayoría de los mexicanos. Ahora hay leyes laborales que garantizan el trabajo y los salarios y hay leyes que funcionaron también a favor de los asalariados.
Era costumbre que en el momento en que un caso llegaba a la Junta de Conciliación y Arbitraje, el asunto se congelaba, a veces por años, dado la razón finalmente al patrón y con la amenaza de que el trabajador sería boletinado para que no pudiera trabajar en ningún otro lado.
La cuesta de enero, eran tiempos de miedo, porque con miedo gobernó por muchos años el neoliberalismo.
La cuesta de enero ha muerto, esperemos que no reviva.