NACIONAL

Lo que hay detrás del conflicto en Notimex

Todo empezó en marzo de 2019, cuando llegué a dirigir Notimex.

Los líderes sindicales me dieron la bienvenida con unas coronas de muerto en mi oficina. Al día siguiente, el dirigente del SutNotimex, Conrado García Velasco, envió a un personero para que le autorizara 500 mil pesos por concepto de apoyo que el anterior director le entregaba mensualmente. Me negué y a continuación interpusimos sendas denuncias penales contra él y su comité ejecutivo.

A los tres meses, cuando salieron los primeros citatorios ante la Fiscalía General de la República, Conrado presentó su renuncia. Pensábamos que ahí había quedado la guerra que este sindicato, que ya funcionaba de manera mafiosa, enfrentaba con todos los directores de la agencia de noticias de los últimos 25 años, a los que siempre sometió. De hecho, el sindicato manejaba la línea editorial, el uso indiscriminado del presupuesto y la contratación y el despido de personal.

Para nuestra sorpresa, en junio de ese mismo año apareció una señora que decía que era la nueva líder sindical, Adriana Urrea, quien era prácticamente una aviadora y nunca la habíamos visto desde nuestra llegada, nos presentó una toma de nota entregada por la entonces secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde.

La señora Urrea nunca hizo elecciones ni asamblea alguna, pero había sido elegida para declarar desde su llegada la amenaza permanente de una huelga. Cuando reclamé al subsecretario del Trabajo, Alfredo Domínguez Marrufo, la emisión de dicha toma de nota me contestó que la dependencia no tenía la obligación de revisar si hubo elecciones: nosotros sólo entregamos la constancia.

A partir de entonces se inició una batalla interna en la agencia. Un grupo de editores y reporteros sindicalistas de la redacción torpedeaba la actividad cotidiana con errores garrafales en las notas cometidos a propósito y luego difundidas en la prensa abiertamente en contra del gobierno. El ambiente se fue enrareciendo a medida que poníamos límites a su acostumbrada costumbre de controlar todo.

Nos vimos obligados a poner un reloj checador porque después de ocho meses aparecía gente que nunca habíamos visto trabajar en la redacción diciendo que eran empleados de la dependencia. Ante la austeridad republicana del nuevo gobierno redujimos la nómina 30 por ciento y establecimos revisiones de puestos duplicados y de una amplia lista de aviadores. Los vicios en la redacción eran múltiples: reporteros que no querían cubrir eventos ni salir a reportear argumentando que tenían 50 años o bien que gozaban de un privilegio sindical para quedarse todos los días en su escritorio haciendo nada.

Decidimos aplicar exámenes de confianza y de profesión porque en la redacción teníamos choferes convertidos en editores y personal diverso haciendo labores periodísticas. Eso generó una nueva reducción de la nómina. La mayoría aceptó su liquidación, pero el sindicato se ponía cada vez más agresivo con la nueva administración.

La nueva líder sindical no asistía a la agencia y desde la Bolsa Mexicana de Valores desarrollaba actividades de conductora y periodista para esa institución usando el material periodístico y fotográfico de la agencia. La señora Urrea estaba identificada como la consentida del anterior líder sindical y para comprobarlo investigamos más de una veintena de viajes alrededor del mundo con cargo al erario y fotos publicadas por ella misma haciendo turismo internacional en primera clase.