COLUMNISTAS

La suma de cero

Por Aurelio Contreras Moreno

Desde antes de la elección del pasado domingo, varias voces salieron a reclamar a Movimiento Ciudadano y a su líder nacional, Dante Delgado Rannauro, su negativa a establecer alianzas electorales con el resto de los partidos de oposición.

Bajo la óptica de la configuración de fuerzas en el Congreso de la Unión, se asumió que la adición de Movimiento Ciudadano (antes Convergencia) podía llegar a hacer la diferencia en una coalición opositora total en los comicios locales, como efectivamente sí la ha hecho en votaciones de leyes en ambas cámaras, lo que ha permitido poner un último freno a las ansias del régimen de la mal llamada “cuarta transformación” por destruir todo lo construido en los últimos 30 años, a cambio de un retroceso de 50.

Particularmente en las redes sociales, los dirigentes y legisladores del partido naranja fueron sometidos a una gran presión y llenados incluso de vituperios por la postura-estrategia de ir solos, sin coaliciones de por medio, a los diferentes procesos electorales en puerta por considerar –y no sin razón- que eso pulveriza el voto opositor y termina favoreciendo al partido oficial en turno.

Ciertamente, esa maniobra fue utilizada sistemáticamente por el PRI durante años, echando mano para ello de los llamados “partidos satélites” que tenían precisamente esa función: jugar a la oposición… pero de la oposición, criticando las críticas y debilitando las posturas contrarias a las del gobierno para jalar a su molino cierta cantidad de votos que, sin representar peligro alguno para el partido oficialista, sí se los restara a los demás.

Se acusó a Movimiento Ciudadano de responder a esa misma artimaña y de jugar en favor de Morena y el régimen al negarse a hacer alianza con PAN y PRD –con los que en el pasado sí se ha coaligado para procesos locales y federales-, y sobre todo con el PRI, de donde salió el propio Dante Delgado hace casi 30 años.

Dicha lógica parecía no tener falla hasta que se revisaron los resultados de las elecciones del pasado domingo. Y resulta que en los cuatro estados en los que ganó Morena, la oposición simplemente nunca tuvo una oportunidad. Ni siquiera con una coalición total. Incluso en las entidades en las que la competencia fue un poco más cerrada, no les daba para contener la operación de Estado –burda, descarada, con derroche de recursos públicos- del lopezobradorismo.

De lo anterior se pueden sacar varias conjeturas y arribar a un sinnúmero de conclusiones. Pero hay un hecho innegable: la alianza de las oposiciones no es por sí misma una fórmula infalible para garantizar condiciones de competencia ante un aparato estatal monstruoso, que no tiene reparo alguno en desviar recursos públicos –financieros, humanos y políticos- para arrasar a sus oponentes, al más clásico estilo del sistema político priista del siglo XX.

A ello hay que agregar el desgaste mismo de la figura de una alianza entre desiguales. Lo que aporta el PRD ya es prácticamente nada –y por ello está condenado a desaparecer en breve-, mientras que el PAN terminó perdiendo con la coalición, pues le devolvió Durango al PRI, que a su vez no contribuyó en nada en Aguascalientes.

Aunque los números de Movimiento Ciudadano tampoco fueron nada para presumir, se mantuvo en sus niveles normales. Lo cual no lo pueden decir en el PRD –que perderá su registro local en Durango, Hidalgo, Quintana Roo y Tamaulipas- ni en el PRI, que lo perderá en Quintana Roo, entidad que hasta hace poco menos de una década era de sus principales bastiones.

Este martes, Dante Delgado ofreció una serie de declaraciones por distintos medios para explicar y sostener su actual postura antialiancista. Y entre las varias razones que expuso, hay una que puede servir para entender la debacle de la coalición: “los partidos de la alianza, en lugar de sumar votos, adicionan sus propios negativos, por eso pierden elecciones”, publicó en Twitter.

Cada vez más panistas muestran su desacuerdo con ir en alianza con el PRI, el partido contra el que Acción Nacional fincó como razón de su existencia combatirlo. Al que sacó de Los Pinos en el año 2000. Y con el que ha tenido que aliarse simplemente como tabla de supervivencia, a fuerza y con evidente desagrado. El cual es mutuo, valga decir.

Mientras que la única propuesta de las diferentes oposiciones sea solamente sacar a Morena del poder sin proponer algo verdaderamente valioso y útil a cambio; mientras sigan postulando a los cargos de elección popular a los mismos de siempre y sus dirigentes solo vean por su particular interés; mientras no se perciba en estos partidos nada diferente de lo que llevó a la población a repudiarles; unidos o por separado, en coalición o individualmente, estarán condenados a la pronta extinción y a permitir que se restaure, por completo y sin obstáculos, el régimen de partido hegemónico, asesinando así a la frágil democracia que con enorme esfuerzo, vidas y sangre se construyó en México en los últimos 50 años.

La suma de cero siempre da cero.

 

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