La mañanera y la libertad de expresión
Por Francisco Blanco Calderón
Primera Parte
Ante la explosión de las redes sociales en donde justos y pecadores, exponen sus argumentos a favor o en contra de la 4T, y de las acciones del actual gobierno federal, surgen nuevos personajes, como los bots o los influencers, que invaden con noticias falsas, rumores, chismes u otros, que recurren a ellas como un principio de comunicación horizontal para dar espacios y voz a quienes han sido marginados de participación. De expresar su opinión o argumentar su posición política, partidista o ideológica. En síntesis, quienes crean una falsa opinión pública, financiados por las grandes corporaciones con fines de sobrevivencia y explotación en base a la manipulación de conciencias o de quienes forman la auténtica opinión pública en base a sus valores, creencias y experiencias a los que la información les genera una auténtica revolución de conciencias. Dos posiciones encontradas, polarizadas que obedecen a los dos modelos sociopolíticos y económicos de un país: los conservadores o los progresistas, la derecha o la izquierda, los domesticados al libre mercado o los defensores de la soberanía, independencia y resguardo de sus recursos naturales y energéticos.
De ahí las posiciones encontradas de los medios de comunicación convencionales con las benditas redes sociales. En el punto de la discusión manipulable o liberadora se encuentra la mañanera, esa forma única de informar, concientizar, rebatir, discutir, aclarar lo que acontece en el país, en la región o en el resto del mundo.
Los medios de comunicación tradicionales, prensa, radio y televisión con sus variantes en cinematografía, revistas, panorámicos, bardas y hasta charlas de café. Espacios en donde se reproduce la visión conservadora para domesticar conciencias en base a la mentira y la manipulación. Tan solo en los periodos de Calderón y Peña Nieto se destinaron más de 100 mil millones de pesos en publicidad de sus gobiernos, funcionarios y acciones. Los medios vivían del gasto público. Al igual que los comentaristas, analistas políticos, columnistas e intelectuales orgánicos. Tan solo en el último año de Peña Nieto destinó cerca de nueve mil millones de pesos a periódicos, radiodifusoras y televisoras en comparación con los menos de mil millones que destinó AMLO en su primer año de gobierno. De ahí el coraje del haberles quitado de mamar la ubre del dinero público por décadas.
En YouTube, en Twitter, en Facebook, en TikTok, Instagram que invaden celulares, tabletas o laptops junto a periódicos, estaciones de Radio y TV, salas de cine, puestos de periódicos y hasta sermones en púlpitos religiosos.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Nunca, pero nunca se había dado, ni en México ni en ninguna parte del mundo que un dirigente político expusiera durante dos horas y más de lunes a viernes ante la ciudadanía toda. Seguidores o contrarios, informados y desinformados. Ideologizados o desideologizados. Creyentes, agnósticos o ateos. Pobres o ricos, jóvenes o adultos muy mayores. Todos con el derecho de seguir, escuchar las mañaneras a favor o en contra. Coño hasta los importamadristas la siguen.
La libertad de expresión es aquel derecho que todo ser humano debe gozar, de expresar libremente sus opiniones, ser capaces de publicarlas o comunicarlas y que, a su vez, el resto de las personas las respeten. En el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se expresa que se debe garantizar este derecho ya que es elemental para que cualquier ser humano sea capaz de realizarse y desarrollarse debidamente. Las constituciones de cada país democrático también incluyen a este derecho humano, también conocido como derecho fundamental. Se dice que la libertad de expresión es un medio elemental para la difusión de ideas y para el descubrimiento de cualquier verdad. No hay ninguna duda de que este derecho humano es necesario para que las personas puedan tomar conocimiento del entorno que los rodea y del mundo en general, ya que serán capaces de intercambiar ideas y de aprender mediante la comunicación libre con los demás. Podríamos decir entonces que la libertad de expresión es la capacidad de poder formular ideas y, al mismo tiempo, poder darlas a conocer.
“En cuanto a un aspecto político, si los ciudadanos de un determinado país sienten que se respetan sus derechos a la libre comunicación, el Estado se ganará la confianza y el respeto por parte de sus habitantes. A su vez, si un gobierno cumple con estas características, creará en la gente un sentimiento en el que sus políticos son honestos y capaces de estar en los cargos correspondientes. De esta manera, los ciudadanos serán capaces de tener una opinión crítica y argumentado a la hora de decidir a quién votar en las elecciones. El enfrentamiento constante de los medios contra los gobernantes o los políticos de oposición colabora a la hora de dar a conocer cualquier corrupción o irregularidad que ocurra en el país. A su vez, gracias a los medios de comunicación, se logra una conexión entre los ciudadanos y sus gobernantes en la cual pueden expresar cualquier queja, preocupación o también, agradecimiento a las autoridades. Por último, una de las grandes razones por la cual es importante gozar de este derecho humano es que gracias al mismo, y es que permite denunciar el incumplimiento o la necesidad de cualquier otro derecho de las personas que no esté cumpliéndose o que no se respete”. (https://concepto.de/libertad-de-expresion/).
La reivindicación de un Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación (NOMIC), expresada por los países no alineados desde mediados de los años setenta, culminó con la emisión por parte de la Unesco, en 1980, del informe titulado Un solo mundo, voces múltiples, llamado habitualmente Informe MacBride. El informe se publicó en un contexto internacional poco favorable, caracterizado por una guerra fría agonizante pero exacerbada, y el avance de la ideología neoliberal. La acogida con simpatía que obtuvo en algunas regiones del mundo no sirvió para oponerse al ambiente negativo que terminó por condenarlo al aislamiento.
El mundo de la información y de las comunicaciones ha cambiado mucho en un cuarto de siglo. Las innovaciones tecnológicas se han sucedido rápidamente a partir de principios de los años ochenta: la microinformática, la cabledistribución, internet, etc. Hoy resulta fácil reprochar a los autores del Informe MacBride no haberlo tenido en cuenta, pero ¿quién podría haberlo contemplado? ¿Qué valor tienen hoy las previsiones promocionales o proféticas sobre la ciudad cableada, el colegio invisible, el desarrollo para la microinformática y otros antojos? Las innovaciones se han extendido, pero no han comportado las transformaciones sociales, culturales, económica.