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La inteligencia y la educación ¿es artificial?

¿Realmente decidimos nuestros pensamientos o somos producto de nuestro entorno? Antes tenía la certeza de que se trataba de una mezcla de ambas, pero ahora comienzo a dudar si mis pensamientos son realmente míos o son la suma de las horas que paso detrás de las pantallas, pues sin duda las tendencias digitales van moldeando nuestros deseos y anhelos más grandes.

Estamos tan inmersos en una era digital que quizás no nos percatamos de la profunda vinculación que tiene con nuestro actuar cotidiano, buscamos constantemente ir a los lugares en tendencia, el éxito de los negocios dependerá del boca a boca que surge desde los espacios digitales y nuestro cerebro añora eso que se vuelve repetitivo detrás de las pantallas.

Incluso la religión ha tenido que trasladarse a las aplicaciones, enviar un recordatorio de oración, compartir la biblia mediante notificaciones o desarrollar cuentas con influencers que repliquen la forma de pensamiento según la religión correspondiente.

Lo anterior modifica también las conexiones neuronales y ni hablar de la necesidad de transformar el sistema educativo, de ahí que muchas instituciones privadas lleven una gran ventaja, pues en cuanto a la tecnología pueden aprovechar mejor los espacios e incluso replantear los planes educativos para que estos se ajusten a las nuevas generaciones.

Podría parecer un tema común, sin embargo, pocas son las personas que se han cuestionado respecto al impacto de los dispositivos digitales, el uso de la inteligencia artificial y el desarrollo tecnológico en cuanto al cerebro y los nuevos esquemas de aprendizaje.

Partimos de una nueva concepción del mundo donde el internet es fundamental para el desarrollo, donde Chat GPT es considerado el mejor consejero y amigo, aunque pareciera que olvidamos que en medio de toda la información también puede equivocarse. Ni hablar de la falta de cuestionamientos que hacen que demos por verídica información falsa o que se terminen replicando patrones irreales donde abundan estereotipos clasistas e incluso racistas.

Si pensamos en la cercanía que se tiene con el mundo tecnológico desde la generación Z que podría considerarse una nativa digital, tendríamos que comenzar a estudiar como son sus interacciones y la interpretación del mundo, pues de entrada la capacidad de atención dista mucho de la que se tenía años atrás, se trata de generaciones rápidas con una gran capacidad de aprendizaje y talento nato para los canales de comunicación, son innovadores y disruptivos y esto por ende nos obliga a modificar también el entorno.

En medio de eras digitales la solución no puede limitarse a la reducción del tiempo de pantalla, necesita reconfigurarse desde las aulas, aprovechar al máximo todo tipo de bases de datos para poder capturar nuevos conocimientos e incluso aprender a cuestionar desde estas herramientas qué es real y qué consideramos tal porque así lo hemos aprendido.

El problema no está en la tecnología, pero sí en la deshumanización con la que nos dejamos absorber constantemente. Las nuevas herramientas deberán recordarnos la necesidad de ser empáticos y de aportar a la realidad de los demás pues compartimos un mismo espacio, aunque pareciera que el planeta es muy amplio. Tenemos la obligación de aprender de las diversas especies para perpetrar su existencia y no aprovecharlas desgastando al máximo los recursos. Si la inteligencia es artificial, que nuestro actuar y las ganas de conocer al mundo no lo sean.