COLUMNISTAS

Insultar a los ciudadanos

Por Aurelio Contreras Moreno

Además de probar de manera contundente que la realidad del país no se ve desde un solo prisma ni en un solo color, la “Marcha por la Democracia” de este domingo mostró nuevamente el envilecimiento de la clase gobernante, que se cree dueña absoluta de la verdad, de los símbolos patrios y hasta del derecho de manifestación.

La reacción del presidente López Obrador a la marcha que solo en la Ciudad de México congregó a más de 100 mil personas en la plancha del Zócalo lo retrata: acusó a los ciudadanos de “alcahuetes”, de “defender la corrupción” y de buscar que “regresen los corruptos”.

Dijo además que los manifestantes –que demostraron gran capacidad de organización sin necesidad de acarreos, sin despensas ni pagos de por medio, y sin la amenaza de perder su trabajo si no acudían- fueron a defender “la democracia de ellos” y no la “democracia del pueblo”, así como que se “quedaron callados” ante los fraudes electorales del pasado.

Descalificación tras descalificación que sirve como botón de muestra de lo que ha sido el sexenio y una de sus más funestas consecuencias: la fractura total de la sociedad mexicana en dos bandos, con la correspondiente estigmatización de quien no se somete a los designios del “líder”, que en el ocaso de su poder se retuerce más intolerante que nunca ante cualquier crítica y convoca a linchamientos –todavía verbales- de sus antagonistas.

Aunque de López Obrador no podría esperarse ya algo diferente. La agonía del sexenio lo volverá más violento aún contra quienes le critiquen. Sin embargo, es más grave que quien aspira a sucederlo –y hasta ahora lidera las tendencias- retome el discurso pendenciero y polarizante, arremetiendo en insultos contra los ciudadanos a los que pretende gobernar.

La candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, fue igual de virulenta que López Obrador y atacó a la ciudadanía que invirtió una parte de su domingo –en algunas ciudades, en condiciones climatológicas muy adversas- para hacer valer su derecho a la libertad de expresión, manifestación y tránsito.

“Resulta importante señalar la falsedad e hipocresía de aquellos que hablan o marchan por la democracia cuando en su momento promovieron fraudes electorales o nunca vieron la compra de votos”, afirmó Sheinbaum durante su registro ante el INE como candidata presidencial.

Esa es la persona que quiere gobernar a los mexicanos. Una que desprecia a esos millones de personas que no piensan como ella y que, como su mentor y jefe político, intenta hacer creer que el “pueblo” solo es aquél que apoya a su grupo, que depende de sus programas clientelares y con cuya necesidad lucran miserablemente.

Pero no. El pueblo lo integramos todos los habitantes de este país, todos los ciudadanos mexicanos. Y una muy considerable parte del mismo cree que están en peligro las garantías y libertades democráticas que tomaron decenas de años alcanzar. Y por eso salió a las calles a demandar que, más allá de quién gane las elecciones del 2 de junio, éstas se lleven a cabo en libertad; que se respete la división de poderes; que se garantice la libertad de expresión y pensamiento; y que no se involucione hacía estadios premodernos de concentración del poder, autoritarismo y régimen de partido hegemónico.

Ése fue el mensaje que los ciudadanos enviaron este domingo 18 de febrero desde 120 plazas públicas del país, y a quienes los que gobiernan hoy y pretenden gobernar mañana solo supieron insultar.

Los inventos del rector y el papelón de la UV

En lugar de defender lo que por derecho y ley le corresponde a la Universidad Veracruzana, el rector Martín Aguilar decidió nuevamente doblar la cerviz hasta casi partírsela en dos.

El rector “cuatroté” le entregó un reconocimiento como “inventor” al gobernador Cuitláhuac García al lado de verdaderos científicos universitarios, cuando lleva por lo menos cerca de diez años alejado de la academia y dedicado de tiempo completo a la política.

A menos que se refieran al invento de que Veracruz es uno de los estados más “seguros” del país. Ahí sí, ni como contradecirlos. ¡Una invención de magnitudes históricas!