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Gabinete a prueba

La remoción del fiscal Gertz Manero, -disfrazada de renuncia-, está estimulando la expectativa ciudadana de una renovación en el gabinete de la presidenta Sheinbaum, lo cual lleva dos significados: liberarse ella de la supuesta tutela del expresidente, quien dejó sembrados en el gabinete a varios de sus leales colaboradores.

Derivado de ésto, nace la perspectiva de que ella se fortalezca en la operación cotidiana con perfiles técnicos que den resultados.

Esta expectativa ciudadana ya ha generado noticias que dan cuenta de los cambios, -dando nombres y cargos-, y circularon en redes sociales, los cuales resultaron falsos.

No debemos soslayar que éste gobierno está conformado por muchos políticos que no tienen oficio para administrar y sólo agravan los problemas por falta de tacto y empatía y entonces, asumen la actitud de víctimas, y empiezan a repartir culpas responsabilizando a sus adversarios políticos.

La amenaza de las “carpetas de investigación judicial” en contra de quienes bloquearon las carreteras, -que externó la secretaria de gobernación-, tuvo gran repercusión negativa. Empezar una negociación con amenaza genera rechazo.

Varios secretarios de estado están demostrando que son un lastre para la presidenta y si ella no los ha sustituido es porque posiblemente hay fuertes presiones que se lo impiden.

Nos acostumbramos durante seis años a ver “ministros florero”, porque quien tomaba todas las decisiones era el presidente López Obrador, quien de forma improvisada visualizaba los problemas, pero por carecer de la formación técnica de cada secretaría generaba problemas. Como ejemplo tomemos la crisis sanitaria del COVID, en la cual el secretario de salud se volvió invisible, mientras el subsecretario López Gatell daba su show mediático en “las mañaneras”, hablando de “la fuerza moral” del presidente que lo blindaba en contra de este grave padecimiento de salud.  A su vez, el presidente sacaba de su cartera la imagen religiosa de un “detente”, como protección.

Respecto a la inseguridad, el caso es el mismo. Al igual que la FGR, que parece estar infiltrada por el crimen organizado, seguramente el resto de las instituciones encargadas de la seguridad, también lo están.

El crimen de Carlos Manzo, -que parece haber sido una operación concertada-, dejó la sospecha de haber contado con la participación de gente cercana a él, que formaba parte de su círculo cercano de seguridad.

Es un hecho contundente que desde que asumió López Obrador se acabó el “servicio público de carrera”, que nos garantizaba la formación de funcionarios públicos con visión de eficiencia y eficacia.

Es evidente que ya no es lo mismo la política que la administración pública. Un buen político no forzosamente será un buen administrador.

El político es capaz de movilizar a la sociedad, y el administrador público genera eficiencia en los servicios que el Estado da a la sociedad.

Los cambios que la presidenta Sheinbaum necesita hacer implican garantizar la eficiencia.

¿A usted qué le parece?