El gran fracaso de Cuitláhuac
Por Aurelio Contreras Moreno
Nunca está de más recordar los compromisos incumplidos de los gobernantes. Sobre todo cuando, ante el ocaso de sus administraciones, comienzan a lanzar culpas a diestra y siniestra.
Los dos compromisos principales que hizo Cuitláhuac García Jiménez al asumir la gubernatura de Veracruz en diciembre de 2018 fueron dar atención a los colectivos y al tema de los desaparecidos en la entidad –que se volvió un drama de grandes proporciones precisamente por la indolencia e irresponsabilidad con la que lo abordaron los dos gobiernos anteriores-, y la violencia contra las mujeres.
Tres años y medio después, el gobierno estatal ha claudicado en el tema de los desaparecidos, marginando y rompiendo con la mayoría de los colectivos, exactamente igual que hicieron sus antecesores inmediatos. Pero en el tema de la violencia contra las mujeres, el fracaso ha sido monumental.
Veracruz se mantiene inamovible en los primeros puestos nacionales en cuanto a feminicidios y homicidios de mujeres. De acuerdo con la consultora TResearch, la entidad ocupa el segundo lugar nacional con 308 feminicidios en lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador y del propio Cuitláhuac García Jiménez, solo por detrás del Estado de México y por delante con clara ventaja respecto de Nuevo León, Ciudad de México y Jalisco. Y cabe aclarar que aun cuando los números varían de acuerdo con quien los maneje y la metodología que aplique, lo que no cambia es la presencia del estado en primer plano en ese “cuadro de horror”.
La incompetencia de la administración de García Jiménez para lidiar con el fenómeno de la violencia contra las mujeres ha sido tan evidente como atroz. Solamente la gestión que ha realizado en uno de los casos más recientes, el de Viridiana Moreno, da cuenta de lo mal que hacen las cosas en todas las instancias oficiales en el estado de Veracruz, donde lo que quieren es simplemente cerrar los casos controversiales, más no resolverlos.
Desde la incontinencia verbal de García Jiménez, que se empinó a sí mismo cuando declaró que tenían resguardada a la joven Viridiana, hasta la brutalidad de una Fiscalía que pretendió engañar a sus familiares al intentar entregarles restos sin verdaderas pruebas científicas que acreditaran su identidad, y ahora se niega a que los padres realicen por su cuenta una prueba de ADN, es inocultable la falta de capacidad, de empatía y sentido de la justicia que priva en el gobierno de Veracruz, que además, en lo interno también es violento con las mujeres.
Hace poco más de un mes, la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Veracruz emitió la Recomendación No. 002/2022 dirigida al secretario de Gobierno Eric Cisneros y a la contralora Mercedes Santoyo, al acreditar que existió hostigamiento sexual por parte de un funcionario de la Secretaría de Gobierno hacia dos empleadas de la dependencia, así como obstaculización del acceso a la justicia en sede administrativa de parte de la Contraloría General del Estado, cuya titular es una mujer que usó el término “feminazi” durante una comparecencia ante el Congreso del Estado para referirse a las activistas feministas.
No por nada, el programa “Cero tolerancia a la violencia contra las mujeres”, que pomposamente lanzó Cuitláhuac García en enero de 2019 en un concurrido acto al que acudió hasta el subsecretario de Gobernación y Derechos Humanos Alejandro Encinas, fue un completo fiasco. Pero, ¿qué cree?
Ahora desde la Secretaría de Gobierno se pretende cargar la culpar de ese chasco a una ex funcionaria –claro, mujer- de la que dicen que “no hizo nada” mientras estuvo al frente de la Dirección de Cultura de Paz, de donde salió, precisamente, porque desde la cabeza de esa dependencia se obstruyeron todas las vías para el acceso de las mujeres ¡a una vida libre de violencia!
Y si lo duda, baste ver cómo se acerca el final del sexenio y el Instituto Veracruzano de las Mujeres sigue sin titular, administrado por una empleada que nunca ve las violaciones a derechos de las mujeres dentro del gobierno en el que cobra. No se vaya a enojar su jefe, el violentador –con resolución de Derechos Humanos que así lo sustenta- Eric Cisneros, quien a pesar de ello, suspira por trascender políticamente hacia el siguiente gobierno.
En medio de todo, Cuitláhuac García se radicaliza, se vuelve más autoritario e intenta subirse al barco de la sucesión federal en el bando más oficialista, esperando salvarse de la “quema”.
Pero su fracaso como gobernante de Veracruz lo perseguirá a donde vaya.
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