ECONOMÍA

Crece la violencia en AL pese a la mejora de indicadores económicos

La violencia en América Latina y el Caribe ha crecido desde la década de los noventa pese a que han mejorado algunos indicadores de pobreza, desempleo y desigualdad en la región. En la actualidad, los mercados ilegales se yuxtaponen con actividades lícitas, los grupos criminales se han atomizado y especializado en una serie de delitos cada más predatorios contra la población, mientras los estados han perdido la capacidad de desincentivar el crimen, explica el académico Marcelo Bergman.

Es un hecho que, en mayor o menor medida, en todos los países de América Latina ha crecido la violencia medida por asesinatos y robo, pese a la mejora de indicadores económicos. La pregunta del millón es por qué creció el delito si ante estos indicadores debería haber bajado, plantea el investigador.

“En el contexto latinoamericano, la relativa mejora general de los ingresos alimentó involuntariamente la criminalidad (…) Ahí radica la paradoja latinoamericana”, sostiene el autor en El negocio del crimen. En entrevista con La Jornada refiere que una mayor demanda interna de autos, celulares, ropa y dispositivos digitales –y externa de drogas– hizo que los grupos criminales se organizaran para proveer estos bienes, lo que derivó en la creación de mercados ilícitos.

Hay una yuxtaposición entre la criminalidad de nuestros días y la licitud de los mercados. No todos los mercados son absolutamente ilegales, como el caso de la droga. Hay otros que se alimentan del robo y contrabando, y a ellos acuden algunos consumidores latinoamericanos porque los costos pueden resultar más atractivos. Lo interesante del negocio del crimen es que hay un fuerte componente legal.

Por ejemplo, aunque no está prohibido el tabaco, uno de cada tres cigarros en América Latina tiene procedencia ilícita y se mezclan en los mercados legales donde el consumidor desconoce el origen. Lo mismo ocurre con otros bienes que provienen de robos con violencia, como las refacciones (en la región se roban más de un millón de autos por año y se desmantelan en tres horas para venderlos en partes).

El gran impulsor de la delincuencia es este crimen organizado que provee los mercados ilegales, acentúa Bergman. Las débiles políticas contra la inseguridad y las grandes ganancias de las actividades ilegales se retroalimentan y crean así un círculo vicioso (…) un equilibrio perverso de alta criminalidad y poca eficacia estatal, desarrolla en El negocio del crimen, publicado por el Fondo de Cultura Económica.