CÓMO MUEREN LAS DEMOCRACIAS
Ricardo Homs
Ahora que se han eliminado siete organismos autónomos es importante repensar el gran libro titulado “Cómo mueren las democracias”, de los autores Steven Levitsky y Daniel Zibblat, -profesores de Harvard-, quienes nos alertan de que los gobiernos autocráticos y las dictaduras ya no se derivan de un golpe militar o un conflicto, sino que inician legítimamente ganando elecciones, pero en el camino las ansias de poder desvirtúan el modelo de gobierno y uno de los tres poderes del estado acumula poder a costa de restarlo, acotando a los otros dos.
Esta es una forma imperceptible de acumular poder de forma democrática, a través de la demagogia que distrae la atención de la ciudadanía, reiterando continuamente los valores de la democracia mientras ésta se debilita con acciones sistemáticas de acoso a críticos y opositores.
¿Qué sigue después de que en México se han dinamitado siete organismos autónomos que con su independencia generaban un contrapeso al omnipotente Poder Ejecutivo?
Sin embargo, cada día nos llenamos de asombro frente a una extraña lucha por el poder que gira alrededor del Poder Legislativo.
Se vislumbra el grave peligro de que se genere una lucha por el poder en modo de baja intensidad. Sin embargo, ésto abre espacios de poder y estos pueden ser llenados por poderes fácticos, -como lo es la delincuencia organizada-, que si bien tradicionalmente se había mantenido al margen de la política para concentrarse en los negocios prohibidos, actualmente ha descubierto que en el presupuesto público hay un gran potencial de rentabilidad, pues los ayuntamientos generalmente se han vuelto vulnerables mientras el gobierno federal se distrae la confrontación con grupos antagónicos políticamente.
Las instituciones autónomas fuertes han sido a lo largo de los sexenios una barrera al autoritarismo y una garantía de gobernabilidad honorable, al margen de coyunturas políticas.
Sin embargo, hoy frente a su desaparición e integración de sus despojos en alguna secretaría que se convierte en juez y parte, -como lo está siendo la desaparición del INAI e integración de sus funciones en la nueva secretaría denominada Anticorrupción y Buen Gobierno, anteriormente llamada Secretaría de la Función Pública-, el futuro de México se percibe incierto y no sólo agraviado por un retroceso funcional de cuarenta años o más en el ámbito de la administración pública, sino expectante frente a los riesgos que genera una delincuencia que toma espacios aprovechando la tibieza e inacción de las autoridades.
Hoy que parece haber por parte de la presidenta Sheinbaum un interés por dejar atrás la política de seguridad denominada “abrazos no balazos”, -pero sin reconocerlo abiertamente para no incomodar al expresidente López Obrador-, la confusión que se percibe públicamente envía mensajes de debilidad institucional que abre espacios de riesgo.
Este es el momento de las decisiones y la presidenta Sheinbaum debe considerar que la confrontación política solo para dar seguimiento al segundo piso de la 4T, genera un contexto que puede dar pie al crecimiento de la delincuencia organizada. Lo que está en riesgo es la gobernabilidad.