COLUMNISTAS

Ganó a pesar de la guerra sucia

El trabajo es la mejor carta de recomendación de quienes muestran cariño y respeto hacia el pueblo

Por Ángel Álvaro Peña

Rocío Nahle fue blanco de la más intensa guerra sucia de estas elecciones, porque no sólo era el candidato contrincante, sino el que le manejaba sus hilos, el gobernador, el secretario de Gobierno, la prensa alquilada a precios bajos, la misoginia, etc.

La futura gobernadora de Veracruz no sólo tenía un contrincante electoral enfrente sino que debía cuidarse del fuego amigo porque el principal enemigo lo tenía en casa. El propio gobernador infiltró en la campaña de la ingeniera a uno de sus esbirros que no necesitaba tener consigna contra nadie, su inquietud por la coquetería lo hacía perder el piso, y, de paso, poner en peligro a la candidata a su cargo. Si a esto añadimos que su director de campaña era un incondicional de quien fuera su secretario particular, el peligro de una derrota parecía inminente; sin embargo, la victoria se impuso ante la improvisación y la mala voluntad.

Los veracruzanos advirtieron las diferencias, conocieron los actos agresivos, se dieron cuenta de la mala intención y supieron separar los errores impuestos de las virtudes propias de la entonces candidata. Enemigos nunca le faltaron.

El incidente en el café La Parroquia, de Boca del Río, donde fue abucheada por panistas en un acto preparado desde días antes, pudo haberse evitado. No era necesario que fuera adivino, simplemente precavido. La proliferación de notas contra la ex secretaria de Energía también se convirtió en un cuchillo de palo que diariamente estrenaban nuevo chisme, con una conducción adecuada de la campaña, pero el enemigo estaba en el closet.

Cuando lo consideraba necesario es sólo era vocero de Nahle, pero cuando se trataba de improvisar actos sin estrategia parecía un experto que sólo mostraba los errores de su candidata y, a pesar de ello, se erigió con el triunfo. No merecía un jefe de campaña tan inexperto y tan mal intencionado.

De hecho, todo el equipo del gobernador de Veracruz parecía un ejército de hormonas en busca de amistades. Desde la Comunicación Social, área en la que nadie puede negar la nulidad de la tarea y lo poco que se lograba realizar era mal visto, hasta la consigna del estratega de campaña que parecía ponerla una trampa en cada gira.

La saña con la que fue tratada por contrincantes, enemigos ancestrales, traidores, no tiene precedente no sólo en Veracruz sino en el país. No desaprovecharon una sola sospecha para crear de cualquier pretexto una historia que afectara la trayectoria de Rocío Nahle y su reputación, como si fuera un deporte sin pensar en las consecuencias de sus actos y menos aún en el daño que podrían hacer.

Es decir, llegó un momento de la campaña que tenía el mundo encima, sabía que el pueblo la apoyaba y en eso basó su andar por los 212 municipios, y rancherías donde era bien recibida, se ensuciaba los zapatos, pisaba el territorio que aseguraban nunca había conocido. Las campañas de los medios no se quedaron atrás y, en nado sincronizado, se arrojaron contra la ex secretaria como si quisieran exterminarla.

La fantasía de los contrincantes se desató para inventar a su alrededor una serie de delitos que no hicieron daño. La gente conoce a quienes mienten y de quienes se habla mal artificialmente. Por eso ganó también, en su momento, Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que tenía a la prensa convencional en su contra. No había medio de información que no advirtiera sobre el peligro que era para el país. Lo mismo sucedió en esta ocasión donde se le atribuía a Claudia Sheinbaum una serie de decisiones que nunca habían imaginado y trataron de dañarla con mentiras, pero la población sabe y conoce. Ha dejado de ser manipulada.

Con esto quedó demostrado que la guerra sucia a quien menos daña es a la persona a la que va dirigida, perjudica principalmente al país porque su población pierde credibilidad en uno de los pilares más sólidos de la democracia que es la información y si este aparato se presta a ser vocero de la guerra sucia, a sabiendas de que se miente, resquebraja la confianza del pueblo en algunos medios poco serios.

Ahora no dejarán gobernar a Nahle para buscar algo más que derrotas electorales que ya libró y que seguramente vendrán otras, sino que algunos de sus contrincantes puedan alcanzar la impunidad por delitos cometidos cuando fueron funcionarios públicos, cuyas denuncias penales están vivas.

Así como los veracruzanos advirtieron la peor de las guerras sucias de esas elecciones a la que no hicieron caso por burda y poco lógica, así también advertirán todos los mexicanos la eficacia de alguien que en el trabajo dignifica su personalidad y en la convicción su imagen.

Fueron muchos los enemigos que dieron la cara, hay más detrás de las máscaras y moviendo los hilos otros. De eso está consciente la gobernadora y sabrá tener mano dura para impedir cualquier acto de sabotaje a su gobierno.