Acoso abuso o igualdad
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
La vulnerabilidad legal del hombre frente a la mujer, nada tiene que ver con la inclusión del sexo femenino o la igualdad entre los seres humanos. Hay toda una tendencia a condenar al varón de todas las mañas contra la mujer antes que la investigación dicte su sentencia, porque ante la acusación de acoso, por ejemplo, dan como un hecho dicha agresión a la integridad de la mujer, basta y sobra con una acusación para echar a perder la carrera política o personal de cualquier hombre.
Cómo comprobar un acoso si en la mayoría de los casos ocurren a escondidas dichos delitos. Es la palabra de uno contra la de la otra; sin embargo, se multiplican las acusaciones y las reglas tienen ya un veredicto antes de la investigación en muchos casos.
Sin duda hay toda una historia de agresiones de los hombres hacia las mujeres, cuyas víctimas nunca serán lo suficientemente reivindicadas, pero ahora toda acusación se utiliza como arma política en la administración pública cuando alguien quiere deshacerse de un contrincante. También en la iniciativa privada las acusaciones por acoso son parte de una guerra oculta entre los sexos que en ocasiones no tienen que ver con la realidad.
Las leyes en los juzgados familiares tienden a favorecer a las mujeres, porque de inmediato se victimizan, y si corren con la suerte de que es jueza quien debe dar el fallo, el destino de la pareja o ex pareja está condenado a ser castigado por un crimen cuya sanción es desproporcionada.
En las universidades públicas y privadas los profesores que reprueban o son muy rígidos, suelen ser acusados de acoso sexual por alumnas, problema que llega a detener las actividades hasta que no despiden al maestro, y llegan a expulsarlo para que las actividades del plantel continúen.
Hasta la fecha no ha ocurrido que una alumna haya sido dada de baja por acusar sin fundamento a un profesor; sin embargo, en la gran mayoría de los casos los profesores deben abandonar su trabajo y muchas veces afectar a su familia con una ruptura, por una acusación sin pruebas, en algunos casos, inventadas.
La intención radica en cómo nivelar la desproporción de acusaciones que no son reales, en evitar el acoso pero también nulificar las acusaciones falsas sobre el tema, que en ocasiones llegan a ser señalamiento por violación, lo cual es más grave para ambas partes. Hay varones muy enfermos que realizan estas prácticas, pero también hay mujeres que han vivido de estas acusaciones y no necesitan trabajar, basta con vivir de las compensaciones y acuerdos monetarios con sus supuestos agresores.
Ambos lados de la moneda carecen de sustento para declararse completamente inocentes si vemos el problema en perspectiva. Las investigaciones al respecto no cuentan con las herramientas necesarias para determinar sin probabilidad de error, estos juicios que terminan por convertir al supuesto victimario en víctima.
La violencia política de género es un caso aparte porque es precisamente en la exposición de las agresiones como puede señalarse este delito. Hay testigos y pruebas; sin embargo, las acciones reprobables que se hacen de manera secreta y que son utilizadas para dañar en cualquiera de los casos, exigen de una manera diferente de ver y juzgar el problema. En primer lugar, hacer más estricto el castigo, rígido, pero también ser estrictos y rígidos con las pruebas que inculpan a los infractores.
La igualdad entre los géneros empieza en la casa. Hacer de las actividades cotidianas labor de todos, sin importar si son niños o niñas y ver a todos, dentro y fuera de casa, como semejantes, como iguales y con respeto. Pero la necesidad de algunos por sentirse superiores y hacer sentir superiores a sus hijos y discriminar con cualquier pretexto, es el inicio de todo delito de abuso contra las mujeres, porque el país carga con una herencia de machismo que no ha podido erradicar desde hace siglos.
Los detalles que anuncian a un hombre agresor no se castigan a pesar de ser el principio de un delito mayor.
A diferencia de otros delitos graves, hay muestras o huellas de la agresión. Dentro del proceso de denuncia no existe la posibilidad de testimonios porque no es lógica. Por un lado, no hay pruebas y por el otro, hay credibilidad ciega, es decir, basta con que la queja exista para tener un culpable.
El acoso en México se considera un delito y puede ser castigado con una pena de prisión. Según el artículo 259 Bis del Código Penal Federal, el delito de acoso se define como la conducta realizada de manera reiterada que daña la dignidad de una persona y crea un ambiente intimidatorio, hostil, degradante u ofensivo.
La pena puede ser de seis meses a tres años de prisión y una multa económica. Si el acoso es cometido por un servidor público, la pena se incrementa.
La inercia de culpar al hombre crea expectativas que no son legales ni justas, las leyes no contemplan personalidad para acusaciones sin fundamento y lo que recomiendan al supuesto agresor es que se busque un abogado. Es decir, la presunción de inocencia está maltratada de manera seria y violenta los derechos humanos de quienes sin deberla ni temerla, son acusados por venganza, resentimiento, odio, etc.
La impunidad del agresor es un problema que debe solucionarse y pronto; también la acusación sin ser real la agresión debe castigarse de alguna manera. Pareciera que, en materia de acoso sexual, y todos sus derivados todavía la ley, los legisladores, policías jueces y ministros le quedan mucho a deber a los mexicanos.
PEGA Y CORRE.- La desproporción ente la cantidad de personas que los organizadores de la marcha rosa aseguran asistió al zócalo de la ciudad de México, choca con lo dicho por las autoridades, ante esta situación sería recomendable consultar al sentido común y hacer sus propios cálculos. Unos dicen que fueron 700 mil y otros 90 mil. La conclusión también debe lanzar al futuro un pronóstico electoral… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.