El tren maya y la caja de Pandora
Por Ricardo Homs
El Tren Maya se está convirtiendo en la caja de Pandora y sus efectos se verán el próximo sexenio. Su construcción ha generado conflictos con los grupos ecologistas, que denuncian el impacto en la flora, la fauna y además en todo el sistema acuífero subterráneo del territorio donde cruza el tramo 5. Además, hay voces de alerta que denuncian el impacto en el patrimonio arqueológico del mundo maya.
Ni qué decir de las reiteradas manifestaciones de rechazo de las comunidades indígenas que habitan en esta zona
A su vez ejidatarios denuncian las presuntas expropiaciones de tierras utilizadas para construir el Tren Maya, -consistentes en un millón cien mil metros cuadrados-, pues niegan haber sido indemnizados.
Detrás todo esto está la frase del presidente López Obrador asegurando que el Tren Maya será inaugurado a fines de este año 2023 así “llueva, truene o relampaguee”.
Las violaciones a diversas legislaciones y las afectaciones ilegales a comunidades y personas quedarán pendientes para ser atendidas por el próximo presidente.
Recordamos que pretendiendo mantener en un ámbito de opacidad todo lo relativo a la construcción de este ferrocarril, pretendió el presidente que el Congreso definiera a esta obra como “información reservada”, para evitar intromisiones ciudadanas.
Además, para evitar acciones legales que pudiesen frenar la construcción de este capricho presidencial, asignó la obra al Ejército, -institución muy respetada-, pero que se sabe no acostumbra rendir cuentas a la autoridad civil.
Si a esto añadimos la ausencia de estudios de factibilidad comercial y de mercado, se generan las condiciones para la tormenta perfecta.
Un tren turístico debe ser construido con parámetros de lujo, considerando las expectativas de los turistas extranjeros.
Sin embargo este gobierno ha definido que también tendrá la finalidad de interconectar a los pobladores de la región, como tren utilitario. Desde el punto de vista de mercado, ambos objetivos son incompatibles.
La comparación con Europa es inaceptable. El ferrocarril en esos países es un medio de transporte funcional que conecta ciudades importantes ubicadas quizá cada quince o treinta minutos. Además, la alta capacidad adquisitiva de la población local permite un flujo continuo de usuarios que se mezclan con los turistas. El ferrocarril en Europa conecta a poblaciones totalmente urbanas.
En contraste, el Tren Maya, -si pretende ser un atractivo turístico-, debe tener características que impactan el precio final al pasajero, lo cual lo volverá inaccesible para el lugareño de perfil rural.
Además, el Ejército, convertido no sólo en operador del Tren Maya, sino en concesionario, ¿Invertirá sus recursos en el mantenimiento de su infraestructura para mantener impecable el equipo de transporte y las estaciones de pasajeros?… o estará solicitando presupuesto anualmente a cargo de los contribuyentes mexicanos.
Sin embargo, el problema de la opacidad generada por la actitud del gobierno de la 4T impide conocer los términos de la concesión otorgada por el gobierno federal al ejército.
El Tren Maya parece ser una caja de Pandora que tendrá graves repercusiones para el próximo gobierno.
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